23 de Enero de 1958: la rebelión popular perdida

Para finales de los años 50 el contexto internacional se caracterizaba por la profundización de la Guerra Fría, que enfrentaba por un lado el Sistema Capitalista apuntalado por los Estados Unidos y lo que se denominaba el Sistema Socialista comandado por la Unión Soviética. Esto se acelera, sobre todo luego de los impactos de la Revolución China, la Guerra de Corea, el desarrollo de la Guerra de Vietnam y el inicio de la Carrera Espacial.

En este contexto complejo, Estados Unidos desarrollaba en el continente americano una ofensiva política, económica, militar y cultural (macartismo, expansión de los medios de comunicación de masas) agresiva para contener el “avance mundial del comunismo”. Se trataba de afianzar los mecanismo de dominación sobre el continente considerado por las élites estadounidenses como su patio trasero, por medio de la consolidación de las instituciones del Sistema Interamericano (OEA, BID, TIAR, entre otras) y una modernización de los sistemas políticos nacionales predominantes, los cuales en muchos países se tornaban insuficientes para contener la presión social y la movilización popular por más derechos políticos, económicos y sociales.

De ahí se desprende el proceso que a finales de la década de los 50 y comienzos de los 60 se caracteriza por la sustitución de gobiernos dictatoriales militares por gobiernos democráticos representativos liberales. Es decir, en varios países de América Latina y el Caribe empiezan a desmoronarse aquellas dictaduras enmarcadas en la doctrina de la seguridad hemisférica y en algunos casos con tintes desarrollistas (sustitución de importaciones), producto de la movilización popular, sin embargo, las burguesías con mucha habilidad para no ser desplazadas del poder logran instituir democracias caracterizadas por una participación popular limitada, mediada por partidos políticos moderados y conservadores en las acciones de gobierno.

Lo anterior fue a su vez facilitado por una coyuntura de crisis económica la cual desmejoró las condiciones de vida de muchos sectores de las sociedades latinoamericanas, lo cual creó un descontento en las masas que sirvió de catalizador de los cambios políticos ocurridos en ese entonces. No es casual que en el transcurso de 1957-1959 sean asesinados los dictadores Somoza (Nicaragua) y Castillo Armas (Guatemala), siendo a su vez derrocados Rojas Pinilla (Colombia) y Batista (Cuba) (De la Peña 1980).

En este contexto internacional se dan los procesos de movilización popular que se desarrollan exponencialmente a finales de 1957 y que tienen como resultado el derrocamiento de Marcos Pérez Jiménez, el 23 de enero de 1958. La movilización popular y un levantamiento militar dan al traste con una dictadura que duró prácticamente una década, la cual logró contener momentáneamente el proyecto democrático por el cual venían luchando los sectores populares desde las postrimerías de la dictadura de Juan Vicente Gómez.

Para ese momento se dió en Venezuela un auge de masas, el cual propició la organización popular en distintos niveles: En los barrios y territorios, sobre todo en Caracas, se constituyeron “Juntas Pro-Mejoras”; en los centros de trabajo se reorganizaron los sindicatos y gremios; y en los espacios educativos tanto secundaristas como universitarios se promovió la creación de Centros de Estudiantes (Croes 1973).

Sin embargo, pese a los esfuerzos importantes y sustanciales dados por los sectores populares y de izquierda (agrupados en la Junta Patriótica) del país para derrocar al gobierno dictatorial, al ser este último desalojado definitivamente a través de un alzamiento militar, los actores sociales que habían constituido los soportes fundamentales del perezjimenismo, no sólo conservan el poder efectivo, sino que también asumen la conducción de la transición democrática (Battaglini 2011)... el golpe militar venía a ser la carta del sistema para preservar sus intereses (Petkoff 1973, p.p. 45-46).

Por un lado, la burguesía venezolana que se benefició sustancialmente durante casi toda la década de los 50, al colocarse al lado de las fuerzas armadas e incorporarse a la Junta de Gobierno, logró contener el avance democrático popular y revolucionario por el cual buena parte del pueblo venía luchando desde la década de los treinta. En primer lugar impuso un modelo democrático representativo liberal, el cual queda rígidamente establecido en el Pacto de Punto Fijo y es consagrado en la Constitución de 1961. En segundo lugar, este modelo democrático burgués es profundamente autoritario al negar por medio de la violencia policial-militar y la coacción legal toda forma de alternativa democrática que se plantease trastocar las estructuras social y económica del país, es decir, que permitiese democratizar hasta sus últimas consecuencias el acceso y disfrute de la riqueza material y espiritual de la nación.

Por otro lado, la Fuerza Armada Nacional también asumió su papel como defensora del statu quo, al tomar la decisión de constituirse de manera unilateral e inconsulta en Junta de Gobierno, excluyendo a los sectores políticos y sociales que agrupados en la Junta Patriótica asumieron los mayores riesgos y dieron los mayores aportes para provocar la caída de la dictadura militar. La FAN asumió una postura gatopardiana de cambiar todo para que nada cambie, garantizando de esta forma la continuidad del sistema de explotación y dominación, el capitalismo dependiente rentístico petrolero.

Quienes dan remate final a este proceso, son los dirigentes políticos históricos de los partidos Acción Democrática, COPEI y URD, quienes articulados en el exilio llegan a un conjunto de acuerdos, los cuales se enmarcan en el Pacto de Nueva York, antecedente inmediato del Pacto de Punto Fijo. Rómulo Betancourt, Rafael Caldera y Jóvito Villalva acuerdan excluir a los comunistas del poder, más allá de eso el acuerdo consiste en garantizar la imposibilidad de un proceso revolucionario que pudiese subvertir el orden capitalista en Venezuela, trastocando los intereses del capital transnacional y nacional; de igual forma era imprescindible garantizar la preservación de la democracia representativa burguesa frente a sectores militares perezjimenistas. De esta forma, lógro fundamental de estos destacados dirigentes políticos apoyados por las élites político-económicas estadounidenses, fue persuadir e inspirar confianza a los factores de poder (Alta burguesía, terratenientes, ejército y clero) acerca de la pertinencia de un régimen liberal democrático representativo (Carrera Damas 1979), de un Estado democrático centralizado de partidos (Brewer-Carías 1999). Se trataba de de impulsar una:

"... democracia de participación restringida que tiene como actores principales al Estado, a los partidos políticos y dos actores corporativos asociados: FEDECAMARAS, en representación del sector privado, y la CTV, organización que a su vez está controlada rígidamente por Acción Democrática y cuya presencia política depende más del papel que como representante de los trabajadores le ha sido otorgado en este acuedo institucional y del financiamiento y reconocimiento por parte del Estado, que de su capacidad organizativa, ideológica o de movilización" (Lander 1995, p. 17).


Lo cierto es que una Junta de Gobierno presidida por Wolfang Larrazabal, constituida esencialmente por altos mandos de las FAN, representantes de la vieja clase política y miembros destacados de la burguesía, se colocó al frente de las riendas del país a partir del 24 de enero de 1958 hasta el 13 de febrero de 1959. Esta Junta logró sortear un conjunto de conspiraciones impulsadas por los sectores más conservadores, contuvo la movilización de masas y convocó las elecciones, en las cuales resultó vencedor Rómulo Betancourt líder del partido Acción Democrática.

En esta coyuntura el 31 de octubre de 1958 se firmó el Pacto de Punto Fijo, en cual destacan los siguientes tres puntos: a) Defender la consitucionalidad y el derecho a gobernar conforme el resultado electoral; b) Constituir un gobierno de Unidad Nacional; c) Poner en práctica un programa mínimo común (Arráiz Lucca 2010; Heydra 1981). Sin embargo, García Ponce (2003) define que:

"El objetivo del pacto primero llamado “de Nueva York” y luego “de Punto Fijo” no tenía otro fin sino impedir todo cambio profundo, continuar el mismo modelo económico social y recibir la bendición del Departamento de Estado norteamericano y de la alta burguesía del país" (p.p. 147-148).

Oscar Battaglini (2011) nos explica que el Pacto de Punto Fijo en el plano económico, se planteó basicamente la combinación de las políticas económicas impulsadas durante el Trienio adeco y la dictadura perezjimenista: a) mantener y profundizar el rentismo petrolero; b) trato preferencial al capital extranjero, sobre todo estadounidense; c) mantener una política petrolera conservadora, poco nacionalista; d) darle continuidad a la tímida política agraria impulsada durante el Trienio adeco, que no toca en profudidad el problema del latifundio y su monopolización de la propiedad territorial.

De esta forma, para Maza Zavala y Malavé Mata (1980):

"A raíz del derrocamiento del gobierno de Marcos Pérez Jiménez en enero de 1958, quedó planteada en Venezuela la alternativa de un nuevo orden político que sirviera de contexto al sistema democrático formal y a la continuidad del modelo de capitalismo dependiente, conforme a un proyecto nacional diseñado por la ideología dominante para arbitrar la recomposición de los factores de poder y reorientar la acumulación de capital por vías más expeditas y expansivas. Se trataba de una estrategia que debía garantizar la revitalización de la reproducción ampliada del capital en condiciones sociales y políticas que limitaran las luchas populares a simples manifestaciones de apoyo al nuevo orden establecido en la república" (p. 12).

Ahora bien, las fuerzas de izquierda que jugaron un papel estelar en la oposición sistemática y en el derrocamiento de Pérez Jiménez, fueron desplazadas de toda posibilidad de acceder al poder, fueron excluidas y desde un primer momento perseguidas en un contexto de Guerra Fría el cual hemos comentado en párrafos anteriores.

De acuerdo a la correlación de fuerzas del momento era cuesta arriba una ruptura revolucionaria con el orden establecido, debido a que el grueso de las FAN, los sectores económicos más poderosos, la mayoría de la militancia política de los partidos políticos (AD-COPEI) y el apoyo decidido del mantenimiento del status quo por parte de las corporaciones y el gobierno estadounidense, hubiese impedido el triunfo de las fuerzas antiimperialistas y anticapitalistas.

Por otro lado, muchos analistas y políticos activos de aquel periodo, señalan que las fuerzas de izquierda no tenían la claridad y la capacidad política para construir un nuevo poder, un proyecto político alternativo que hiciese frente de forma eficaz al Pacto de Punto Fijo. Es por ello, que la izquierda al no tener una propuesta política propia quedó a la zaga de la derecha, lo cual terminó bloqueando el impulso revolucionario y el desarrollo político de los sectores populares (Battaglini 2011).

Prueba palpable de los fallos cometidos por las fuerzas de izquierda, fue dejar disolver la Junta Patriótica, instancia muy prestigiosa en el seno de las masas populares, pero que tomó la desición de delegar su representatividad en la Junta de Gobierno. Entre los errores que cometió la izquierda venezolana en aquel momento, figura haber aceptado el Estatuto Electoral del 23 de mayo de 1958, el cual permitió realizar elecciones presidenciales ese mismo año sin esperar que se afianzacen los cambios que exigían los sectores populares.

"La frustración del movimiento que el 23 de enero del 58 derribó la tiranía de Pérez Jiménez, no tiene otra explicación sino la de que mientras los dirigentes políticos se recreaban discutiendo en torno a un “candidato de unidad”, las clases que habían gobernado con Pérez Jiménez se las arreglaban para conservar y fortalecer su hegemonía económica y política" (De la Plaza 1973, p. 57).


Otro acto de incosecuencia y torpeza política de las fuerzas de izquierda, fue la firma del Pacto de Avenimiento Obrero-Patronal, suscrito por FEDECAMARAS y el Comité Sindical Unificado Nacional (sin consulta previa con sus bases); por medio de este acuerdo los sindicatos renunciaron al uso de la huelga cómo mecanismo de presión, propiciando de esta manera la conciliación con una burguesía que usaba el chantaje de la “estabilidad democrática”, la “paz laboral” o “paz social”, para defender sus intereses de clase (Battaglini 2011; Croes 1973). Si bien es cierto, el PCV no firmó pacto alguno como lo reconoce Gallegos Mancera (Blanco Muñoz 2009), él expresa que en la práctica los comunistas aceptaron la tendencia a la tregua entre patronos y obreros, obviando en el 58 toda lucha por las reivindicaciones, contra la burguesía y el imperialismo.

Ciertos dirigentes políticos como Argelia Laya (Petzoldt; Belvilacqua 1979) consideran que tanto el PCV como los sectores de izquierda de AD no tenían la madurez y la vocación de poder necesaria para haberse puesto al frente de los destinos de la república, pese a la existencia en aquel momento de una importante efervecencia de las masas y la presencia de algunos sectores de la FAN que tenían un compromiso importante con las aspiraciones de los sectores populares. En torno a los sucesos que ocurrieron en los meses posteriores al 23 de enero de 1958, el histórico dirgente del PCV Alonso Ojeda Olaechea (1999) nos expresa lo siguiente:

"El PCV cometió un grave error, como fue no haber introducido cambios en su política de alianzas. Si en el llamado Pleno de la Victoria, que realizamos en marzo de 1958, el Partido hubiera analizado la nueva situación política y se hubiera planteado la unidad en función de objetivos que hicieran avanzar el proceso revolucionario, la situación hubiera sido distinta. Continuamos con la misma táctica, de la más amplia unidad dirigida fundamentalmente a defender la constitucionalidad. No es que esto no fuera importante, pero no podía ser lo fundamental. Había que hacer un programa con nuevos objetivos, que partiera de la nueva situación que se había creado una vez que el movimiento cívico-militar derrocó a la dictadura, sobre todo cuando ya era claro que la burguesía había sido la usufructuraria de los largos años de la lucha del pueblo venezolano.

Como ya he dicho, el error fundamental del Partido fue no haber tenido objetivos de poder el 23 de enero..." (p.p. 131-132).

En esta línea de pensamiento, el también histórico dirigente del Partido Comunista de Venezuela, Eduardo Gallegos Mancera (Blanco Muñoz 2009) reconoce que la táctica de amplia unidad que había sido correcta para lograr el derrocamiento de la dictadura de Pérez Jiménez, se tornó en colaboracionismo de clase una vez se establece la Junta de Gobierno presidida por Larrazabal. Para este político, se cometió una desviación de derecha, ya que no se tomó en consideración la necesidad de crear una nueva correlación de fuerzas en función de profundizar la lucha contra el imperialismo y la burguesía local. Por todo lo anterior, se motivó el desarme de los sectores populares y se aceptó la celebración de las elecciones sin antes haber consolidado cambios sustanciales en la estructura política y económica del país, apuntalando a la Junta Patriótica como fuerza dirigente de las masas populares.

Para Teodoro Petkoff (1973) uno de los principales organizadores del Movimiento al Socialismo (MAS), las desviaciones de derecha en las cuales incurrió el PCV (del cual era militante en aquel momento) durante el año 58, se debieron a la orientación ideológica stalinista (el etapismo) que imperaba en esa organización, ya que para él no era esta la primera vez que el PCV erraba en su táctica, ya en el periodo medinista los comunistas venezolanos habían actuado torpemente.

Refiriéndose a los acontecimientos del año 58, el fundador de la Causa R, Alfredo Maneiro (1986) explica que la izquierda (PCV sumado a lo que después constituye el MIR) cometió desviaciones de caracter oportunista y el pueblo fue timado por igenuidad:

"En efecto, con el 23 de Enero la sociedad venezolana había superado una etapa pero, sin duda, la evidencia de esa superación resultaba atenuada y deformada por la carga de ilusiones y buena fe que habitualmente acompañan la mocedad de los movimientos populares. Fue la época en que los sectores más interesados en hacer irrevercible ese formidable avance pretendieron lograr su interés, no por la vía de su profundización acelerada y avance ininterrumpido, sino por la engañosa lucha contra los espectros de la dictadura. Fue el propio movimiento popular quien al grito de “civiles a la Junta” literalmente forzó la entrada a Miraflores de Blas Lamberti y Eugenio Mendoza y quien convirtió a su obra más directa, esperanzadora y eventualmente útil, la Junta Patriótica, en un elemento decorativo" (p.p. 62-63).

Más adelante Maneiro agrega lo siguiente:

"Los acontecimientos del 23 de Enero y de los meses que siguieron a esa fecha, encontraron a las masas populares con un nivel de conciencia y de cultura política que, en general, iba muy poco más allá del anti-dictatorialismo, de la democracia formal y del constitucionalismo. La fraseología democrática de la época; la reciente participación común de todas las fuerzas políticas en la lucha contra la dictadura; la falta de experiencias previas en cuanto a qué se puede esperar en materia de transformaciones sociales, de un régimen representativo cuyo sello lo ponga la burguesía; todo esto tendía a fortalecer las ilusiones populares, a robustecer la confiaza en el conjunto de la dirección democrática y, de paso, a extender generosamente ese conjunto incluyendo en él a cualquier sector o personalidad que no estuviera ostensiblemente ligado a gobierno perezjimenista de los últimos meses, a desligar el proceso político de la más elemental reivindicación social y, finalmente, a igualar en la pura condición democrática a fuerzas sociales de diferente contenido e intención" (p. 71).

Por otro lado, desde las posiciones de izquierda también queremos destacar un aporte que da Jorge Rodriguez (2008), máximo dirigente histórico de la Liga Socialista (para aquel entonces dirigentel estudiantil de Acción Democrática), a la polémica suscitada en relación a los sucesos políticos de 1958:

"¿Qué explica, por ejemplo, que en el año 1958 cuando en Venezuela se vivía un importante auge de masas, cuando el pueblo de Caracas se estaba armando, cuando había propiamente una situación con rasgos insurreccionales, que explica el que este movimiento de masas se haya desperdiciado y que mientras las masa estaban en la calle ondeando banderas de Venezuela, las direcciones de las partidos estaban firmando una tal paz o una coexistencia táctica con miembros de la Junta Militar que asumió el poder y que eran representantes de la burguesía?... no se alzó la voz de denuncia abierta y valiente de ninguna dirección revolucionaria marxista-leninista, faltó una vanguardia que fuese capaz de encauzar este importante momento coyuntural para empujar adelante el proceso revolucionario; yo no digo que se iba a tomar el poder el 23 de enero, pero, evidentemente otro gallo cantaría si en esa oportunidad se hubiese levantado una política realmente distinta" (p. 64).

Fabricio Ojeda (2007) protagonista fundamental de los sucesos del 23 de enero de 1958, ya que que presidió la Junta Patriótica, haciendo un balance en su discurso de renuncia al Congreso de la República en junio de 1962 para incorporarse a la lucha armada integrándose a la FALN, señaló lo siguiente:

"El 23 de enero, lo confieso de manera autocrítica creadora, nada ocurrió en Venezuela, a no ser el simple cambio de unos hombres por otros al frente de los destinos públicos. Nada se hizo para erradicar los privilegios ni las injusticias, quienes ocuparon el Poder, con excepciones honrosas, claro está, nada hicieron para liberarnos de las coyundas imperialistas, la dominación feudal, de la opresión oligárquica... Y es que era de ingenuos o de ilusos pensar que con el solo derrocamiento del tirano y el retorno de la vida institucional, con poderes elegidos, se había logrado la solución de nuestros problemas... Nosotros creíamos que el patriotismo estaba por encima de banderas y de grupos... El 23 de enero hubo solo esto: un cambio de nombres. La oligarquía explotadora, los servidores del imperialismo, buscaron acomodo inmediato en el nuevo gobierno. El poder político había quedado en manos de los mismos intereses y los instrumentos de ese poder seguían bajo la responsabilidad de las mismas clases" (p.p. 34-35).

luis_educara@hotmail.com>


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