De aquel 23 de enero de 1958, a este 23 de enero de 2013

Al amanecer ese día jueves 23 de enero, en Caracas y otras ciudades del país, miles de venezolanos se lanzaron a las calles. La dictadura perezjimenista tocaba a su fin derrocada por una alianza de pueblo y fuerza armada con vocación democrática. Horas antes, el dictador junto a su familia y algunos cercanos allegados, amparados en la oscuridad de la madrugada despegaban desde el aeropuerto La Carlota en el avión bautizado por la chispa popular como la Vaca Sagrada. Tomaron rumbo a Santo Domingo donde lo esperaba su aliado Rafael Leonidas Trujillo, el temible dictador dominicano que junto al Tacho Somoza en Nicaragua formaban la internacional de las espadas en el Caribe, piedra angular de la política imperial estadounidense en la región.

La caída de la dictadura del General Marcos Pérez Jiménez y la movilización de masas planteaba una coyuntura, en la que se abría como un abanico tres alternativas: la derecha militarista, el centro populista y la izquierda genuinamente popular. En ese momento inicial pugnaron por alcanzar el poder con visiones diametralmente opuestas, la continuación del perezjimenismo en figuras cercanas al régimen depuesto, que aún mantuvo intacto por algún tiempo sectores económicos y militares a su favor. Pero fue asimismo, la posibilidad histórica de profundizar el carácter democrático y popular del movimiento de masas y su orientación socialista. Hacia allá movían el agua del molino el Partido Comunista de Venezuela, sectores de izquierda de los partidos Acción Democrática y Unión Republicana Democrática, estudiantes, trabajadores y algunos sectores militares. Esta semilla fue encarnada por la Junta Patriótica, cuya figura clave era el liderazgo de Fabricio Ojeda.

La tercera dirección se forjó con la alianza de partidos políticos de derecha y centroderecha que representaban AD, COPEI y URD junto a la iglesia, sectores empresariales, la Confederación de Trabajadores de Venezuela (CTV), el Comité de Sindicatos Autónomos (CODESA) y estudiantes vinculados a esos partidos. Este esquema contaba con la bendición del Departamento de Estado norteamericano que había tenido activa participación en el acuerdo o pacto de Nueva York suscrito por los dirigentes de esas fuerzas políticas, Rómulo Betancourt, Rafael Caldera y Jóvito Villalba. Acuerdo que constituyó el antecedente del llamado Pacto de Punto Fijo y fundamento del Programa Mínimo de Gobierno sentando las bases del esquema de dominación que imperaría en las siguientes décadas.

Fueron tres antagonismos en una carrera contra reloj, tres estrategias que compitieron con aciertos y errores de cálculo y finalmente, una salida: la democracia puntofijista que truncaría por décadas la independencia nacional y traicionaría al movimiento popular y sus legítimos intereses.

A lo largo del camino que luego transitará nuestra historia contemporánea irán sucediéndose los intentos fallidos de los levantamientos militares de derecha, resabios del perezjimenismo que iba languideciendo; los fallidos intentos de militares progresistas y nacionalistas que promovieron las sublevaciones del Carupanazo, el Porteñazo y el Guairazo; la amarga derrota de la insurrección que promovieron el MIR, Bandera Roja y las FALN; la descomposición e implosión del puntofijismo resultado de la injusticia social y las grandes desigualdades que incubó, la pavorosa corrupción administrativa; la represión que ejerció a lo largo de cuatro décadas; la pérdida de legitimidad de la democracia representativa y del sistema bipartidista puntofijista que le sirvió de fundamento; la imposibilidad de conducir un modelo de desarrollo económico y de justicia social, nacionalista e independentista no subordinado a poderes foráneos. Asimismo la organización paulatina de un movimiento de masas que iba de la mano de grupos y organizaciones populares de izquierda que continuaron la lucha en condiciones harto difíciles que comienzan a reescribirse, para la cabal comprensión de los hilos recientes que teje nuestra historia, los cuales pasan por el estallido popular del Caracazo en 1989 y las rebeliones de los jóvenes militares bolivarianos y nacionalistas del 4 de febrero y el 27 de noviembre de 1992.

Cabe pensar que, quizás el desacierto en aquél histórico 23 de enero de 1958 fuese que la vanguardia progresista del movimiento popular, personificada en la Junta Patriótica en las horas cruciales que siguieron no logró develar la traición en marcha y asumir la dirección de ese pueblo que en su entusiasmo con la rabia legítima del oprimido, se condujo como masa enardecida que reaccionaba contra la represión de la dictadura y sus esbirros. Lo demás es historia, los sectores de la burguesía criolla en alianza con AD, COPEI y URD se alzaron con el santo y la limosna, secuestraron las banderas de lucha popular, sembraron en el imaginario colectivo que el propósito era la instauración de la democracia representativa y fundaron un estatus quo que orbitaba alrededor de la influencia dominante estadounidense y encajaba a la perfección en el sistema de dominación capitalista dependiente.

Pasó largo tiempo entre avances y retrocesos hasta que el triunfo electoral del Presidente Hugo Chávez en 1998 marcó el inicio de la Revolución Bolivariana y Socialista que retomó los cauces profundos de nuestra historia y las luchas populares, rescatando a su paso el verdadero espíritu del 23 de enero y asumiendo el compromiso de transformar la sociedad y el Estado venezolanos bajo la orientación nacionalista y nuestroamericana, la justicia social e igualdad con democracia participativa bajo hegemonía popular. Tras sortear muchos avatares, ese proyecto contenido en las líneas maestras de la Constitución Nacional de 1999 se desarrolla en las sucesivas afinaciones del Primer Plan de la Nación (2007-2013) y el Programa de la Patria que se plasmará en el Segundo Plan Socialista de la Nación (2013-2019).

Hoy, en medio de la penosa enfermedad del Presidente Hugo Chávez y el debate escenificado por sectores de la derecha que han arremetido contra la continuación de su mandato, uno de los capítulos gira alrededor de la conmemoración aniversario de aquél 23 de enero de 1958. La derecha, perdidos sus pasos en el laberinto de sus desaciertos, miopía y divorcio de los sectores populares se prepara a movilizar sus fuerzas bajo la bandera de la supuesta violación de la Constitución Nacional ante la reciente sentencia de la Sala Constitucional del Tribunal Supremo de Justicia. Pero asimismo y contrario al cálculo racional que impone el sentido común, dispuesta a emprender el descocado aventurerismo de la desestabilización.

Las fuerzas del cambio convocan a su vez a todos los venezolanos, en defensa de la democracia y reconquistando aquél espíritu de lucha popular democrática burlados el 23 de enero de 1958; los cuales hoy la Revolución Bolivariana y Socialista liderada por el Presidente Hugo Chávez personifican con el poder del pueblo, el ejercicio de la democracia participativa y protagónica, la integración regional en un mundo pluripolar recogidos en el proyecto político y social de profundo sentido humanista que la Constitución de 1999 resume en la hermosa sentencia, la construcción de una sociedad justa y amante de la paz.

frlandaeta@hotmail.com


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