El chavismo ya es un paradigma

Cuando se quiere avanzar en una idea, en una propuesta, en una intención, se ha de recurrir a una metodología que legitime el campo de investigación; y que a la vez genere nuevas y sucesivas investigaciones, basadas en realizaciones anteriores y que las comunidades reconozcan como válidas. La validación ha de tener dos características: que los resultados no tengan precedentes; y que constituyan estudios incompletos como para plantear problemas a ser resueltos por otros. Esto es lo que Thomas Kuhn* (2004) denomina paradigma. Los filósofos como Platón, lo usaba como modelo. Aristóteles se refería al paradigma como ejemplo. El intelectual nicaragüense Carlos Tunnermann* (2003) ha trabajado el concepto y lo utiliza para referirse como el marco teórico que sirve de sustento a un tipo de conocimiento desarrollado en un momento determinado. Hay un cambio de paradigma cuando las comunidades científicas consideran que el marco teórico, de que se trate, también cambie. Ocurrió cuando se pasó de la física ondulatoria a la cuántica. De igual manera en las ciencias sociales ya no es posible reflexionar sobre fenómenos que se dan al interior de las sociedades locales, sin recurrir a las interconexiones de la sociedad global. Lo paradigmático puede ser utilizado como una noción inspiradora capaz de promover cambios en los modos de vida.

¿Cuál era el pensamiento del Presidente Chávez cuando, conociendo los riesgos, se empleó a fondo en una campaña tan exigente? Sin duda puso en marcha una metodología, para que otros completaran la tarea, 16D, y se obtuvieran los resultados que están a la vista; este es un elemento del paradigma chavista. Vale la pena entrar un poco más allá en el terreno donde se movió y se mueve Chávez, para entender su personalidad. Hay muchos elementos a ser considerados, pero vamos a detenernos en dos: el origen y el fenotipo. Hay que sentir orgullo donde se nace, quizás esto ayude en la conformación del liderazgo carismático. Infelices aquellos que reniegan hasta de su propia patria, se largan y se establecen donde nadie los quiere, salvo por los reales que se llevaron, fondos que en su mayoría son de dudoso origen. Y el fenotipo que lo presenta como una mezcla de negro con indio, lo más suave que él mismo se dice es veguero. Pues bien estas dos características marcaron el destino de Venezuela.

La doctrina militar originada en la mal llamada Escuela de las Américas, custodia para las transnacionales saqueadoras y represión permanente contra el pueblo, se desplazó hacia la unión cívico-militar, donde la atención a la población más necesitada es una prioridad, acción que irrita tanto a los antiguos oficiales que hacían cola en las oficinas de los politiqueros para rogar ascensos. Por cierto, el que osaba obtener un título universitario podía jurar que no llegaba a general o almirante, a esos grados llegaban sólo los chapuceros. (Cierto, como en todo, había sus excepciones). La camaradería, un principio histórico de lo militar, ahora es cuando existe. Lo de Altamira fue una rebelión de jefes sin ningún tipo de ascendencia, nadie les hizo caso, carecían de liderazgo. El chavismo ha logrado que hoy, dentro de los cuarteles, haya un liderazgo colectivo, por supuesto respetando las jerarquías, porque todos conocen con claridad los propósitos.

La oposición, hay que reconocerlo, le ha hecho gran parte del trabajo a Chávez en esto de la imposición del paradigma. Se han colocado en la línea que está totalmente fuera de la realidad. Ven una realidad que no es esa, sus carencias, sobre todo afectivas, les hace mirar un tipo de no-realidad. Ellos se han dividido en varias especies. Los que, erróneamente, el Presidente llama burgueses, son oligarcas. La burguesía contiene la gente de buen gusto, culta, de buenos modales, sobrios, habla varios idiomas. Estos ustedes los conocen, auténticos carajetes, parasitarios, vulgares, holgazanes, pícaros, avaros, acaparadores, especuladores, de malas intenciones. Los antaños izquierdistas, puros habladores de Brakiaria, eternos vividores. Chávez les dio chance de incorporarse al cambio, ahora son sus enemigos, postrados a los pies de sus verdugos, ¡¡vaya!! Están otros que de verdad dan risa. Son como Chávez, humildes, pobres, indios, de tez muy morena, son los primeros que se benefician; pero odian a Chávez. Hay una razón para eso, Chávez les recuerda siempre quienes son. Cada una de las capas anteriores tiene una subespecie: los cureros, van a misa, hacen oraciones, gozan dando la limosna, pero desprecian los mendigos, mentirosos, sinvergüenzas, son los mismos que se comportan como si Dios fuera un bolsa; después de las rubieras van y se confiesan, no se dan cuenta que el Señor desde arriba les hace la seña que te conté.

Está claro que de este lado no todos son hijos de las Carmelitas Descalzas. Chávez lo sabe. Por eso ha insistido tanto en la Gestión Comunal. Hay que aplicar para los cargos el aforismo marxista: “a cada quien según sus capacidades”. Hay que desmontar esa ridícula interpretación discursiva según la cual cualquiera es bueno para tal o cual función. Si seguimos a Khun (op.cit.) nos daremos cuenta que tendrán que venir eventos que agoten lo que ya es ineficiente y se de paso a los hechos que se conviertan en respuestas. Hay que apostar por un chavismo uncido al desarrollo humano sustentable, que es el paradigma general del desarrollo de la sociedad del siglo XXI. El mismo que rebasa las definiciones convencionales de desarrollo y se vea como una propuesta ética, política y económica, capaz de generar ese tipo de riqueza relacional que dé lugar a un modo de vida pleno, con sobriedad, felicidad, solidaridad. Donde se generen las oportunidades y capacidades, por y para la gente, donde se garantice la existencia confortable para la vida de hoy y del mañana. El Presidente tiene toda la fuerza para llevar a cabo esta tarea.


Docente UPT Sede Punta de Mata

pedytriago@gmail.com

pytriago@hotmail.com

*Khun, C. (2004). La estructura de las revoluciones científicas. México. Breviarios FCE.

*Tunnermann, C. (2003).La Universidad ante los retos del siglo XXI. Mérida, Yucatán, México. Ediciones de la Universidad Autónoma de Yucatán.


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