De algunos pasivos estatales

El Negocito Funerario

De la misma manera que el Estado se empodera con sus hijos mediante la presentación legal y los registros de nacimiento ad hoc practicados en las Prefecturas, en centros hospitalarios maternales y afines, asimismo, cuando muchos-los más necesitados-de sus hijos muera, el Estado debería correr con todos los gastos de sus entierros y demás ritos y servicios sepulturales. Digamos que el negocito de las pompas fúnebres también amerita una reconfiguración más solidaria, humanitaria y socialista.

Los entierros deben dejar de ser un covalor de cambio; las urnas podrían ser fabricadas en las comunas o nuevos desarrollos urbanísticos, todo esto encuadrado dentro de las motores productivas que el gobierno ha estado impulsando en los novísimos desarrollos habitacionales. Las urnas podrían lucir diseños menos barrocos, ser más sencillas y hasta menos “fúnebres”, porque eso de reconvertirnos en huesos y cenizas a largo plazo no es precisamente motivo de mucha arquitectura. Allá aquellos, quienes desean y puedan embellecer esos envoltorios posmortem, pero para el asalariado medio sus muertos deben dejar de ser una carga impagable como lo siguen siendo hasta ahora, yen paralelo dejar de ser tremendo negocio para los industriales funerarios.

El arcano oficio de la ebanistería y el de carpintería en general no tienen por qué mantener divorciada la construcción de urnas de madera del resto de los muebles propios de una casa u oficina hechos con las mismas materias primas. Pero, hay más, se trata de bienes de escasa exigencia técnica que no requieren del barroquismo ni clasicismo estéticos que suele acompañarlos con el puro objetivo de justificar sus encarecidos precios. Tampoco tienen por qué llevar vidrios convexos ni fútiles aplicaciones

Como sábese, hubo artesanos de tiempos cercanos que hicieron de los connotados cenotafios, o artificios sepulcrales[1], todo un delicado y acabado artilugio usado como mecanismos tartufianos que buscaban alguna prebenda burocrática o los favores y recompensas de y para algún rico conocido. Hoy estos valores de uso funerario buscan ganancias ilimitadas. Proponemos que tales bienes formen fila en las denominadas cestas básicas para la “vida en el más allá”.


[1] Benito Pérez Galdós, La de Bringas.


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Manuel C. Martínez M.


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