Democracia social versus democracia burguesa

Después de la Primera Guerra Mundial con el ocaso de las monarquías europeas y más aún, finalizada la Segunda Guerra Mundial comenzó el auge de las democracias occidentales. Mediante la democracia se pretendía implantar la universalidad de los derechos de las gentes, evitando el predominio aberrante de la ilegítima superioridad de ciertos grupos humanos sobre otros. Era de suponer, que por medio del sufragio las autoridades surgidas mediante el voto popular coadyuvarían la consagración de la jerarquía del poder en manos del pueblo. Es decir, la sustitución de las desigualdades ilegítimas por la autoridad emanada del sentir de la mayoría, era la forma de legitimar el poder popular.

Lamentablemente todo lo anterior no pasó de ser un idealismo y como consecuencia, los grandes grupos económicos aprovecharon los intersticios desconocidos de aquel modelo ideal para imponer los designios de un poder hegemónico, no el derivado de la aristocracia como en el siglo pasados, sino del poder del dinero amansado por las grandes corporaciones económicas. Comenzó la supremacía del imperio económico sobre el poder popular. El poder en manos de pueblo, tal como lo concebían los griegos, se convirtió en una quimera de las masas populares y no una realidad. Bien afirma, el pensador uruguayo José Enrique Rodó (1871-1917) en su obra “Ariel”: “La influencia política de una plutocracia representada por los poderosos aliados de los trust, monopolizadores de la producción y dueños de la vida económica, es sin duda, uno de los rasgos más merecedores de interés en la actual fisionomía del gran pueblo. La formación de una plutocracia ha hecho que se recuerde, con muy probable oportunidad, el advenimiento de la clase enriquecida y soberbia que, en los últimos tiempos de la república romana, en uno de los antecedentes visibles de la ruina y la libertad y de la tiranía de los Césares”.

La anterior es la democracia del mundo occidental, es decir, el sistema político que los imperios intentan imponer en los pueblos árabes, latinoamericanos y asiáticos. Un modelo político social basado en las superioridades humanas, fundamentado en la posesión del dinero y en el control de los otros países. Tal dominio lo ejerce, bien a través de la brutalidad abominable sin el menor respeto a la dignidad a ajena, o bien, mediante la inhumana teoría del mercado para subyugar las economías de los países donde exista la materia prima de su interés. La misma que divide a los seres humanos en ganadores, los poseedores del dinero y perdedores, es decir, los sin nada. Es la democracia burguesa, la que soportó Venezuela estoicamente durante más de cuarenta años, la democracia que manosearon los líderes cuartorepublicanos, hasta que la misma perdió su brillo.

No cabe duda, nuestros “demócratas” de alpargatas, durante más de cuarenta años no lograran sacar de la miseria a los venezolanos, peor aún, consiguieron que tal estado de cosas perduraran y aumentara aún más, a pesar de nuestra riqueza petrolera. Lamentablemente, nuestra democracia burguesa no es mucho de lo que puede exhibir con orgullo, más bien emprendió la transformación de lo que en verdad es una democracia real. Solo pudo exhibir miserias y una deshumanizada distribución de las riquezas.

La democracia burguesa de los poderosos produjo ciertos cambios en el verdadero concepto de la democracia. Convirtió al hombre en una vulgar mercancía, la medicina y la alimentación en negocio, la ciencia en un mecanismo para destruir la humanidad, la economía en una ciencia para beneficiar los grandes consorcios, el periodismo y los medios de comunicación en un instrumento de manipulación, la educación en negocio y un medio para que los poderosos se perpetúen en el poder, la política en una mafia plutocrática, la democracia en una verdadera zoocracia, la genialidad en mediocridad, la estupidez en heroísmo, la cultura en un instrumento para sojuzgar a los pueblos, el robo en una institución, la socialización en competitividad, el ideal colectivo en el ideal individual, la soberanía en dependencia, la libertad en sumisión, la mediocridad en excelencia, el congreso en un despacho de los centros financieros, entre tantos de los cambios que se puede visualizar a lo largo de varias generaciones donde el capitalismo ha imperado en planeta.

Contraria a la democracia burguesa, la representativa que solo encarna a los poderosos, está la democracia social, la participativa y protagónica cuya base fundamental no es el dinero, sino el verdadero humanismo. Esta democracia social que en un principio debe actuar como una especie de disolvente transitorio de las desigualdades heredadas de la Cuarta República hasta afianzar con eficacia y definitiva la hegemonía del poder popular. Es el camino hacia el socialismo.

La democracia social no es el ascenso al poder de una multitud desaforada e inculta, sin la posibilidad de elevar su nivel intelectual, sin la menor intención de actuar como verdaderos ciudadanos, con derechos y deberes dentro de una sociedad. La democracia social, la verdadera democracia, permite la presencia de un pueblo instruido, con acceso a la educación en todos los niveles, desde el más elemental hasta la educación universitaria, con presencia en todas las instancias de gobierno, como pueblo participativo y protagónico. No se trata de una olocracia, el gobierno de la muchedumbre (masa, gentío), cuando la voluntad general cede ante voluntades particulares donde se aborda los asuntos políticos de manera confusa o algo irracional. Estamos en presencia de una democracia social donde el pueblo actúa como un concepto único y cuyo fundamento es el bienestar colectivo, actuando de manera articulada.

El mejor ejemplo de una democracia social es el cuerpo humano, cada órgano por pequeño que sea tiene una función específica en nuestra anatomía. Ninguno, por lo pequeño que sea, es mejor que otro, sin embargo, de la confluencia del buen funcionamiento de cada uno de estos depende el excelente desempeño del cuerpo. Así actúa la democracia social, no hay personas mejores que otra, cada grupo social (obrero, artesano, profesional universitario, entre tantos) pertenece a una maquinaria que permite que el estado funcione como un todo organizado.

Por todo lo anterior, es importante que para las próximas elecciones los candidatos propulsados por Chávez logren el triunfo. Todos buscan la articulación del estado sobre la base del socialismo bolivariano activado por la revolución que apenas está comenzando. Catorce años no es nada y falta mucho por hacer. No es el caso de los candidatos de la derecha quienes poseen veintitrés proyectos personales sin ningún tipo de articulación, dado la inexistencia de un proyecto de país entre los aspirantes de la MUD; en verdad si existe un proyecto en común, enriquecerse a expensa del estado, tal como lo hicieron durante más de cien años.

Continuemos promoviendo la democracia social, la participativa y protógina de mi comandante Chávez, en la cual la humanidad no es un negocio, la educación la vivienda y la salud no son mercancía para enriquecerse, la ciencia no es un instrumento para destrucción de la humanidad y la política un medio para que el pueblo alcance la felicidad y una vida digna. Después del 16 de diciembre Venezuela afianzará nuestra democracia social, una manera de evitar que los aristócratas zánganos más nunca regresen al poder.

A mi comandante Chávez: las dificultades no han opacado tus glorias, quizás vendrán nuevos y peligrosos trances, con la certeza que saldrás victorioso cosechando nuevos laureles. Larga vida al líder de la Revolución Bolivariana.

enocsa_@hotmail.com





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Enoc Sánchez


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