Contradicciones y retos para compartir

Algunas reflexiones del Movimiento de Trabajadoras y Trabajadores Residenciales

En un momento de definiciones para el proceso revolucionario venezolano, donde se abre una nueva etapa después de 14 años, el proceso aún no resuelve su horizonte, para nosotras y nosotros existen tres perspectivas en pugna: una que apunta a un Capitalismo desarrollista redistributivo, otra hacía un socialismo burocrático de Estado y una tercera que empuja para la construcción de un Socialismo autogestionario-popular. Por otro lado nos encontramos con un movimiento popular disperso y en reflujo, que se tensiona entre la desmovilización y la reagrupación interna de fuerzas. En este contexto el movimiento de trabajadoras y trabajadores residenciales apuesta a fortalecer la unidad de las luchas del pueblo para el impulso conjunto de la perspectiva autogestionaria popular en la revolución, y pone esfuerzos en la construcción de un fuerte Movimiento de Pobladoras y Pobladores como expresión de un sujeto político urbano en resistencia.

En el arduo camino que representa esta tarea ponemos en común algunas reflexiones internas sobre nuestras contradicciones, nuestros retos y algunos aprendizajes que empiezan a asentarse como bases firmes en la construcción de nuestro camino colectivo de lucha, y en los cuales creemos que nos toca trabajar autocríticamente para poder superarlas, creemos además que no solo nos atraviesan a nosotras como sector, son en alguna medida comunes al campo popular venezolano.

 

I. Esclavitud conforme, o cómo a veces nos hacemos cómplices de nuestra propia dominación

Existen en este momento compañeras y compañeros que siguen recibiendo “ordenes” que violan sus derechos, los que consagran la constitución, la ley para la dignificación de trabajadoras y trabajadores residenciales y la nueva ley del trabajo, de las trabajadoras y de los trabajadores. 

Claramente es un reto lograr que ninguna trabajadora residencial siga trabajando los sábados o los domingos, o que trabaje más tiempo que las 8 horas diarias o que realice labores distintas a la limpieza o el aseo de áreas comunes, ni tampoco siga permitiendo maltratos ni humillaciones a ella ni a su familia. Por esto nos parece necesario desglosar las razones que generan que permitamos situaciones como estas:

La ignorancia de los derechos y de las herramientas que tenemos son un gran riesgo para nosotras, no se puede permitir que nos opriman por nuestro desconocimiento. Debemos profundizar un debate amplio y en cada zona, sobre nuestra ley: leerla articulo por articulo, interpretarla y debatirla hasta que la tengamos plenamente clara, y para ello tenemos a las mejores “especialistas”, porque esta ley la construyeron trabajadoras residenciales, esta hecha con nuestras palabras y desde nuestras necesidades, así que nosotras mismas somos las llamadas a facilitar talleres y dar orientaciones al respecto.

El miedo nos ha hecho presa de la opresión, el miedo por el qué pasara con la familia, qué pasara con los hijos sino me doblego al trato indigno, al salario y al horario irrespetado, al requerimiento injusto, el miedo porque siempre lo hemos tenido. Pues la clave es hacerle la guerra al miedo, apoyándonos entre todas y todos, porque tenemos miedo cuando nos sentimos solas, pero también es cierto que tenemos temple y es momento de sacarlo, hay que llegar a donde esta esa compañera sola y hacerle ver que esta la del edificio del frente y la de al lado y que todas la de la cuadra son una fuerza y las de la parroquia o el municipio son una fuerza, una fuerza que se alimenta de la razón, la razón de luchar por lo que nos corresponde. No hay nada más contagioso que un grupo de compañeras en lucha y sin miedo, eso no solo contagia a otras sino que hace que los que nos oprimen retrocedan, porque al final son ellos los que nos tienen miedo. En este momento no podemos permitirnos la cobardía, es necesario poner al frente lo que verdaderamente nos constituye que somos gente digna y echada pa`lante.

Hay un monstruo de tres cabezas y esta bien presente en nuestra cotidianidad, esta en ese sector de la población que reclama su “derecho a dominarnos”. Lo vivimos en todo su esplendor recientemente cuando esa cultura llevo a muchos a creer que si a ellos les parece que el comandante Chávez ya no debe ser Presidente entonces eso se debía traducir en un cambio de mando en el país. Parte de lo que ocurre es que vivimos en una ciudad tan segregada que los “mantuanos” de hoy se juntan entre ellos y asumen que el país son solo ellos y llegan incluso a realizar su utopia de sociedad: una sociedad donde ellos, los propietarios, los amos y los patriarcas (aunque sean menos) deben gobernar el destino de las y los pobres, las esclavas y los esclavos (aunque seamos la mayoría de la población). Para ellos no existimos o si existimos es con derechos “por la mitad”, nuestros derechos están condicionados por sus mandatos. El pasado 7 de octubre les dimos otra lección más en ese sentido y la respuesta  fue plena en fascismo, racismo, machismo y clasismo, el mosnstruo en pleno… pero a esto no se le derrota solo con elecciones, hay que tener muy claro quienes somos, no doblegarnos y dar batallas cotidianas de dignidad, de lucha y de movilización.  

En el país somos miles de trabajadoras y trabajadores residenciales en todas las ciudades del país, y hemos venido despertando desde hace ya varios años, nos hemos vuelto insumisas y hemos empezado a gestar una rebelión para acabar con la opresión. Somos gente de lucha, gente que trabaja y que con su trabajo hace posible la vida no solo de nuestras familias sino de todas las familias de una comunidad, pueblo digno cuyo trabajo permite la reproducción de la vida. Somos pueblo y como tal nos reconocemos: somos “barrio en la ciudad”, somos tan pueblo como el obrero, como el buhonero, como el ocupante, como el chamo del barrio, como la empleada domestica, como la señora que cuida su casa y a su familia, somos parte de los oprimidos en la ciudad y reconocer eso nos hace estar menos solas aun, nos hace reconocernos como parte de una clase, el pueblo oprimido y en pie de lucha para liberarse.

II. La apatía y la falsa idea de que otro va a dar la pelea por mi y me va “ a dar respuesta”

Cuando algunas de nosotras empezamos a reunirnos para organizarnos en función de una lucha, una de las primeras cosas que asumimos es que nadie libera a nadie, pero tampoco nadie se libera solo, la verdad es que nos liberamos entre todas y todos, entre iguales. Así que tener una organización fuerte no es tener mucha gente, es tener un espacio de compañeras y compañeros, que esta unida por una lucha de clase, eso hace imposible admitir la idea de que alguien va a liberarnos siendo nuestro jefe, tomamos nuestras propias decisiones y nos distribuimos responsabilidades.

Nadie es el gestor de nadie, nadie le va a dar respuesta a nadie, nos apoyamos mutuamente para poder avanzar en nuestra lucha y eso es algo que hay que poner siempre en debate para que nadie se confunda, porque cuando se pierde esa idea es cuando viene la famosa “apatía”, esa que surge cuando nos olvidamos de que somos la misma gente, cuando pretendemos que el otro nos resuelva; o por el contrario nos creemos mas que los demás y empezamos a tomar decisiones sin nuestra asamblea, sin el colectivo y empezamos a alimentar falsas esperanzas en los demás prometiendo cosas que al final no son verdad.

Movimiento popular no es un intermediario para llegarle al gobierno, esa es una distorsión que heredamos de la cultura clientelar “adeca” y que muchos sectores aun mantienen viva, pero es nuestra tarea aclararnos y aclarar a todo el que llegue con esa pretensión. Las relaciones políticas con el Estado se construyen y si queremos que sean de respeto mutuo tenemos que respectarnos nosotros mismos para luego exigir que nos respeten, sin pretender usarnos como taquillas para peticiones particulares y “proyectitos”, la sociedad capitalista no se va a transformar con eso. Y el que solo quiera ver por su bienestar individual que sepa que con nosotros no anda, que nosotros somos movimiento que luchamos por políticas revolucionarias para el pueblo. 

Ser voceros o voceras no es ser jefes es deberse a la asamblea, es tener mas responsabilidades y rendir cuentas ante al colectivo por ellas, así como también es hablar claro, no guardarnos información y saber explicarlas lo mejor posible para que el colectivo conozca la realidad y la analice tal y cómo es. El reto es romper con la cultura “adeca”.

Ser asamblea, ser parte del colectivo es también estar dispuesto a hacer rotativas las responsabilidades, es activarnos para apoyarnos mutuamente, es juntarnos en la organización no solo para ver qué van a hacer por mí, sino también venir a ver qué voy a hacer yo por los demás, en qué voy a apoyar, porque ese aporte me va ser retribuido como individuo de un colectivo que comparte una lucha. Es fundamental fortalecer nuestro debate (en foros, talleres y encuentros) pero tampoco puede ser solo hablar, tenemos que concretar acciones en colectivo.

Cuando debatamos el problema de la participación son estos elementos los que debemos debatir, y cuando partimos de ellos lo que nos queda por delante son afinar estrategias para hacer de la asamblea un espacio de debate y toma de decisiones para programar acciones y definir responsabilidades, responsabilidades que luego deben rendir cuenta a la asamblea. Pero la asamblea también debe nutrirse de dinamismo, a veces armar grupos de debate, comisiones y programar actividades: para conocernos mejor, para intercambiar nuestras experiencias, para hacer recorridos casa por casa, para compartir momentos de vivir bien de demostrarnos todo el amor que nos mueve, el amor que sabemos dar y que ansiamos recibir.

 
III. El mal del Viviendismo, la falsa “lucha por una llave” 
A lo largo de los años hemos venido afianzando varias ideas, una de ellas es la indoblegable claridad de que NO SOMOS UNA ORGANIZACIÓN VIVIENDISTA, y esto se debe a que hemos aprendido con duros golpes que en nuestra ciudad el problema de la vivienda es el problema de la ciudad, es decir que para los pobres poder garantizar el derecho a la vivienda hay que confrontar un modelo de ciudad que se configuró para los ricos.

La ciudad –capitalista- que tenemos es una ciudad donde: la vivienda es una mercancía imposible de pagar para nosotros, los terrenos estables y adecuados están en manos de unos pocos y se priorizan para centros comerciales, sedes de empresas o urbanizaciones para ricos, los alquileres son muy altos sin ningún tipo de regulación donde nadie garantiza ningún derecho, ni siquiera a la seguridad de no ser desalojado en cualquier momento, la mayoría de los pobres en la cuidad les ha tocado ocupar y auto-construir en zonas de riesgo que están al margen de la ciudad formal y que por lo tanto nunca han sido parte de la inversión pública, carecen de servicios y equipamientos. La “guinda del pastel” es que cuando se construye una vivienda de interés social esta es resultado del subsidio del Estado para que la empresa privada nos construya una vivienda, lo cual hace que la satisfacción de nuestra necesidad se traduzca en el negocio de otro. Nuestras ciudades son “el tablero de juegos” del negocio inmobiliario y constructivo del capital y nosotros somos peones en él.

Nuestras políticas son nuestra forma de no hacerle el juego al sistema que nos oprime, porque hemos venido discutiendo la importancia de luchar contra el monstruo de tres cabezas –el capitalismo, el colonialismo y el patriarcado- que nos oprime no nos calamos el darle de comer y porque al final no hay otra opción que articularnos a las políticas que hemos construido como pobladoras y pobladores, muchas de nuestras compañeras hacen parte de:

Los Campamentos de Pioneros para rescatar terrenos en la ciudad, disputándoselo a los peces gordos del capital, custodiándolos y organizando la fuerza de trabajo para producir una nueva comunidad por autogestión, que no es lo mismo que autoconstrucción.

El Frente Organizado por el Buen Vivir para rescatar edificios abandonados en la ciudad, que el capital tiene  “engordando” y los compañeros organizados les han arrebatado para garantizar el derecho a la vivienda de un grupo de familias que planean recuperarlos para la vida de una nueva comunidad.

El Movimiento de Ocupantes que es la articulación de aquellas familias que organizadas llevan años ocupando edificios que el capital ha dejado abandonados en zonas que fueron progresivamente despobladas en zonas centrales urbanas. Y que reclaman su derecho a no ser criminalizados por luchar por sus derechos y aspirar a recuperarlos para garantizar la reproducción de la vida en estos espacios.

En esa misma medida esta la lucha aliada de las organizaciones del barrio por el derecho a transformarlo de manera integral, así como la lucha de los inquilinos por regular la galopante especulación inmobiliaria. Cada una de estas luchas se articulan en un programa que persiguen el impulso de un nuevo modelo de ciudad, que se erija como contraria a la ciudad capitalista, donde no solo nos apropiemos del territorio sino de la capacidad de producir y reproducir la vida, con nuevas relaciones sociales, culturales, económicas, políticas y de armonía con la naturaleza.

 

IV. El camino al socialismo pasa por la autogestión

Hasta ahora cuando evaluamos los avances que hemos tenido nos damos cuenta que ninguno de ellos ha sido un regalo, los hemos sudado, los hemos conquistado a pulso. Nuestros dos ejes de lucha son la vivienda y el trabajo, y tal como acabamos de expresarlo nuestras políticas han sido las del Movimiento de Pobladoras y Pobladores que nos han permitido andar con paso cierto, en este ámbito la autogestión ha sido la vía. Por otro lado cuando hablamos del trabajo nuestras políticas son:

La movilización por nuestros derechos que ha consistido en armar colectivos de apoyo mutuo para luchar por nuestros derechos, son compañeras que levantando las banderas de la justicia popular utilizan nuestra ley como herramienta para hacer valer nuestros derechos frente a patrones y frente al Estado. De la misma manera estos colectivos han asumido una labor de recorrido casa por casa para difundir nuestra lucha y articular redes de compañeras a la misma.

El fortalecimiento de la organización que ha implicado tener activas nuestras asambleas de trabajadoras residenciales por estado y parroquia (en Caracas) como máximas instancias de nuestro movimiento y que ha requerido la activación de comisiones operativas de vocerias que garantizan la ejecución de las decisiones de las asambleas. En esta etapa es indispensable reimpulsar nuestra formación en el conocimiento de nuestra ley, de nuestras políticas, de la ciudad que tenemos y de la autogestión.

El compartir para el buen vivir que no es otra cosa que organizarnos para procurarnos otro modo de vida desde el apoyo mutuo, necesitamos más convivencias, intercambio de experiencias, actividades festivas, paseos, encuentros. En fin entre nosotras empezamos a construir otras relaciones distintas a las de opresión a la que nos hemos acostumbrado, rehumanizando nuestra vida y la de nuestras familias.

El “pote” como aporte individual para lo colectivo, porque como dijimos no puede ser solo que me dan a mi, también se trata de ver que pongo yo, y aunque eso no se trata solo de dinero, también necesitamos promover una cultura de ahorro colectivo para garantizar mínimos aspectos de nuestro funcionamiento interno sin depender de nadie.

Este programa resumido en estas líneas hemos comprobado que solo es posible bajo la consigna de que no debemos esperar mas que de nosotras y nosotros mismos, solo unidas podremos avanzar en nuestras luchas, el burocratismo y la ineficiencia del Estado Burgués es un mal heredado por la revolución que solo puede ser combatido con Poder Popular. Nosotras y nosotros cuando nos organizamos para activar colectivos de justicia popular, para fortalecer nuestras asambleas y nuestra militancia, así como nuestra capacidad de generar nuestros propios espacios de compartir estamos construyendo un nuevo modelo de gestión –autogestionario- para implementar políticas públicas populares que nos permitan avanzar hacía un nuevo modelo de sociedad, la sociedad socialista. en este momento necesitamos fortalecer nuestras políticas, eso pasa por debatir, acumular fuerzas y desarrollar nuestra capacidad de hacer en colectivo. 

Debemos alentar el carácter consituyente permanente que debe tener este proceso, no dejemos que la iniciativa del comandante de debatir el programa de gobierno se quede allí, debatamos el programa de la revolución siempre, ya pasemos del debsate a la lucha para ponerlo en marcha. Sepamos advertir ademas las arremetidas de la derecha nacional y trasnacional que bombardea la propuesta de Estado Comunal como perspectiva para trascender el Estado Liberal Burgues, por eso es central entender que no estamos solas y solos, sino que somos parte de un pueblo oprimido, eso nos da una identidad de clase que nos hace entender que la lucha del pueblo es una sola, la lucha por la liberación.

Por lo tanto construir Unidad Popular es una tarea estratégica en la Revolución, unidad en primera instancia con nuestros iguales las pobladoras y los pobladores urbanos, y en segunda instancia con las distintas expresiones del movimiento popular venezolano y continental, movimiento que esta disperso, desmovilizado y en reflujo, pero al final los logros y los avances de los procesos en Venezuela como en el Continente han sido resultado de las luchas históricas del movimiento popular, por lo tanto nuestros esfuerzos deben ser por aportar a la acumulación de fuerzas en la vía autogestionaría y popular como corriente hegemónica en el proceso bolivariano.

hvarg70@gmail.com

 



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