¿Recetario para un plagio?

He leído con supremo gusto el libro “Caminos y Fogones de una Familia Merideña”, que me obsequió con esplendidez doña Julieta Salas, esposa del distinguido doctor Luis Carbonell, cuyo mérito le ha valido reconocimiento más allá de la frontera patria. En sus páginas hay un minucioso recorrido por senderos de la gastronomía andina conjugando la herencia italiana con el ingenio criollo. Hay tradición, historia y sabor en cada página, lo que nos permite saber de primera mano las incidencias de una época que vivió la autora o que, de oídas, conoció en el refugio de una cultura milenaria. Tener la paciencia franciscana de oír para contar ya es suficiente y merecer el respeto por su esfuerzo, lo que valoramos en un lenguaje sencillo que lega este libro de la doctora Julieta de Carbonell.

El encanto perduró muy poco al enterarnos que un esfuerzo similar, sostenido con la fe del carbonero por casi 20 años, se desmoronó de un tajo cuando una “organización cultural” de Tovar se apropió “manu militari” de una compilación sobre el recetario tovareño. Me consta del inicio de la idea, cuando por 1996 Hilda Rosa Morales, entonces Coordinadora Cultural del Coliseo, se empeñó en dar forma a un concepto de registro escrito sobre esta fortaleza tovareña, representado en señoras, cuyo conocimiento gastronómico valía la pena preservar. Durante años se dedicó a acopiar y para ello echó mano del vecindario, caminó por diversos sectores, anunció por la radio pidiendo recetas y de casa en casa indagó su ubicación.

Así fueron llegando a sus manos esas notas de la comida tradicional como la Parrillada tovareña de Leyda Josefina Urrea, el Pescado en hallaca de Encarnación Varela, El Arroz a la Galera de Hely Ramírez, el currunchete de Carmen Rojas, Paledonias de Sobeida García, el cabello de Ángel de Marina Chávez, el Bienmesabe de Nora Burguera, la mistela de semillas, el arroz de Velorio o la Chicha tovareña. Norelys Chávez se esmeró en un hermoso diseño. Hace apenas días, un grupo de “intelectuales” se tomó la molestia de pedir el libro para publicarlo, pero curiosamente, de un plumazo eliminaron los créditos de la autora, mutilaron la obra y se abrogaron con desparpajo la autoría, lo que viola cualquier norma ética. La nobleza de la autora fue aprovechada por los “doctos” para publicarlo y acreditarse su autoría, sin derecho. Alguien debe ponerle el cascabel al gato a un acto que hoy sábado será presentado con bombos y platillos, en una ciudad que siempre tuvo escritores buenos pero jamás se supo de tamaño plagio o, cómo se le llama a un acto similar. Cosas veredes, Sancho amigo.

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