La gente decente y pensante, ni tan decente, ni tan pensante. . . ni tan gente

Vivo en un conjunto residencial de clase media del oeste de Caracas, tal vez habría que revisar la calificación de “media”. En este edificio PROPIEDAD PRIVADA de unas 1.200 familias, algunos propietarios continuamente lanzan sus desperdicios a los jardines, hacen fiestas con música a todo volumen hasta la madrugada, ingieren bebidas alcohólicas en las áreas comunes hasta la saciedad y en presencia de sus niños (quienes empiezan a adiestrarse de esa forma para cuando sean adolescentes), y por consiguiente orinan en el piso detrás de los carros (tanto hombres como mujeres) gracias al conocido efecto diurético del alcohol. Como ya deben suponer dejan el estacionamiento cubierto de latas y botellas rotas, que ponen en peligro a los peatones y suelen dañar los cauchos de los vehículos. Los beodos se surten en una licorería ubicada dentro del mismo conjunto residencial, que viola flagrantemente la ordenanza municipal al respecto, puesto que hay al menos 3 instituciones educativas situadas a menos de 200 metros de distancia.

Todo esto ocurre con regularidad los fines de semana, pero en ocasiones también en días laborables. De hecho, esa costumbre de libar al aire libre es tan acentuada, y desde hace tantos años, que el estacionamiento de la parte trasera del conjunto residencial, es una suerte de “obra de arte moderno” por la cantidad de chapas de botellas de cervezas, adheridas al asfalto, formando una especie de mosaico cortesía de los bebedores. A estos males hay que agregar que cuando uno hace uso de los salones de fiesta, se expone a que los vecinos arrojen desperdicios desde sus balcones al área descubierta; así por ejemplo, en una reunión familiar hace 15 días, nos lanzaron toallas sanitarias, cosa que ya temíamos por información de las conserjes, quienes diariamente, deben barrer pañales desechables y papel toilette, que esta “gente” lanza a diestra y siniestra.

Pero lo que realmente agotó nuestra capacidad de asombro, es el hecho de conocer a través de la directora de una escuela para niños especiales que funciona desde hace 30 años en uno de los locales del mencionado edificio, que tuvieron que dejar de realizar reuniones en las áreas externas, porque cuando salían con los niños sordomudos a “cantar” el himno, los vecinos les lanzaban diversos objetos como papas, desde arriba. ¿Qué clase de ser humano es capaz de hacer algo así?, ¿Cómo es posible que esto ocurra (y por eso aclaraba el status socioeconómico al principio) en una zona donde se supone, que los individuos han tenido acceso a educación formal y a un conjunto de bienes y servicios? Entiendo entonces que no se trata de educación académica, sino de calidad humana, y ¿dónde se enseña eso? Porque conozco un sinnúmero de personas que necesitan de esas lecciones con carácter de urgencia.

Liliana Marín
acemita21@hotmail.com


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