Autocrítica: Algo es algo, más no lo es todo

Deja una cierta desazón cuando algo que venimos planteando en diferentes niveles donde nos toca actuar, no se le da ninguna importancia y se ignora con el desconocimiento  que al parecer merecen aquellas cosas que se originan en el común y silvestre militante y no en el reconocido y publicitado dirigente.

Nos referimos a la desempolvada  autocrítica que aun cuando es una necesidad vital en toda organización  revolucionaria, entre nosotros estaba algo así  como proscrita, o clandestina hasta que el presidente Chávez, con toda la claridad política que le conocemos, y la gran moral que para ello tiene, habló de la necesidad y la falta de autocrítica entre nosotros; como revolucionarios, como militantes y como funcionarios comprometidos con esta lucha, ahora, si todos estamos enterados  que hay algo llamado  autocrítica y entonces en la prensa, en la TV, en las tertulias y reuniones políticas, nos topamos con ella que va y viene cual infalible panacea que todo lo va a resolver.

Sobre la autocrítica lo primero que hay que decir, es que muy bueno fuera que no tuviésemos que autocriticarnos, porque eso diría que todo lo estamos haciendo bien, que los militantes asumimos  nuestros compromisos con responsabilidad, mística y ética revolucionaria, que nuestros funcionarios  públicos no se les ha subido el cargo a la cabeza y atienden su misión con humildad y sensibilidad social, que nuestros diputados y concejales están  metidos con el pueblo en el barrio, en la fábrica, en el caserío con los campesinos oyendo sus problemas y buscando junto a ellos la solución que el jefe de policía está pendiente de los matraqueros y cobradores de "protección". Que los gobernadores y alcaldes son seres normales, comunes y corrientes que se les puede encontrar cuando se necesite hacerles un planteamiento, resolver un problema de la comunidad, que gobiernan con las puertas abiertas, como dice el comandante, mandar obedeciendo, también cuando sea posible, que los reclamos, quejas y críticas de las comunidades, campesinos y obreros sean oídas y recogidas en todos los medios de comunicación afines al proceso revolucionario sin aprensiones ni calificaciones, y finalmente cuando todos ellos dejen de satanizar el trabajo que desarrollan los sindicatos y demás  sectores sociales organizados; trabajo  que dentro de un proceso revolucionario cobran elemental importancia pues solo busca sacar a nuestros hombres y mujeres de ese estado de postración silente y casi autista, alienación en que lo ha  sumido el capitalismo  y la única manera que construyamos  socialismo es sacándolos  de allí,   y esta es una tarea que   todos debemos asumir.  Cuando seamos capaces de actuar de esa manera no habrá necesidad de la autocrítica; pero como siempre estará presente esa posibilidad, hay que decir entonces que  la autocrítica  no lo cura todo, no es el consuelo al defecto, no es el corrector que todo arregla para evitar  autocriticarnos a cada rato, seamos responsables, humildes, comprometidos, claros y conscientes de nuestro rol como revolucionarios en esta época que nos tocó vivir.

Así como prestamos atención a la autocrítica, no debemos descuidar la importancia que tiene la crítica, aceptarla y asimilarla requiere de mucha madurez y humildad política. Es aquí donde tanto quien critica, como el criticado tienen que ser muy transparente y consciente de lo que se  persigue con la crítica,  siempre formulada con contenido formativo y actitud constructiva en procura de los necesarios y oportunos correctivos. Algunas vivencias nos hacen pensar que la mejor autocrítica que deben hacerse algunos dirigentes y funcionarios debe ser sobre su poca inclinación a aceptar la crítica, lo que  preocupa,  pues  es indicio de ceguera, prepotencia, arrogancia y una fuerte miopía político-ideológica. A diferencia de la crítica, la autocrítica es algo personal, yo me critico, tú te criticas, él se critica, sin restarle méritos; es un ejercicio fácil de practicar; pero la crítica " tú me criticas , el te critica , ellos te critican" requiere de mucha claridad y conciencia política para entender la crítica  a nuestra acción, como un aporte a la construcción de un mejor trabajo o gestión al no tener esto claro siempre veremos en la crítica una amenaza, persecución o enfrentamiento con las consecuencias que ello trae consigo.

Lamentablemente esto  no es elucubración o ganas de hablar mal de nadie; pues esto le pasa a los compañeros: al alcalde, al ministro, al diputado, al gobernador, al    responsable del partido, al del programa de TV, etc.  Igual pasa con los organismos: al consejo comunal, a la Asamblea, al Comité tal, a la misión cual, a este canal, a aquella emisora etc, no muy dados a aceptar la crítica, arremetiendo contra quien nos la formula pasando a la ofensiva lejos de reflexionar en forma proactiva, tomando en cuenta más lo que se nos  dice, que quien nos lo dice como debe hacerlo un revolucionario que intente construir una patria y un hombre nuevo.

Guameño.

blascoramon47@gmail.com



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Ramón Blasco


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