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*** Nuestra clase “sambil” es el factor limitante del ascenso humano de nuestra sociedad, sin embargo sin su concurso no es posible el avance a formas de vida superiores.

Al menos en la semana que pasó, el tema del socialismo se pudo colocar en el tapete, especialmente en los medios audiovisuales. Un hecho que resulta alentador, no porque ello represente un avance hacia un modo de vida más racional, distinto a esa lucha absurda entre bestias de “astas sangrientas y vergas exaltadas (y ahora se podría decir “vulvas excitadas”)”, buscando quedar “coronadas” hasta subsistir reinante solo un “astado” en todo el planeta. Lo positivo de este hecho es la colocación en la agenda del país de un debate que tiene el potencial de orientar la vida política hacia un comportamiento lógico, muy lejos de la diatriba que nos ha envuelto, colocando los instintos primarios por encima de los estímulos inteligentes. No importa que, en respuesta a este planteamiento, quienes lo adversan, recurran al intento de la descalificación personal o de la propia tesis esgrimida. Un debate de esta naturaleza no puede ir más allá de la conciencia posible. La representada por los sectores menos adelantados de la sociedad. No se puede argumentar cuando no se tienen argumentos y, la vida se ve en “blanco y negro”. Pero los considerándos vendrán, cuando la vida coloque en la realidad el drama de la violencia que hoy experimentan otros pueblos. En verdad, los venezolanos, especialmente nuestras clases medias, hemos vivido en un oasis de paz, dentro de un aislacionismo que nos alejaba de los grandes conflictos presentes en la humanidad. Por ello, no extraña que esa clase llamada del Sambil, sea hoy la menos adelantada del conjunto. Las clases bajas, iletradas, han avanzado no por sus incursiones teóricas, sino por la lectura directa de la vida en un medio signado por la inequidad. Ellas, como lo diría un excandidato adeco han pasado por la “universidad de la vida”, que aquí parece ser mejor de la de la academia.

Sin embargo, tiene que reconocerse la imposibilidad de nuestra nación de dar un “salto delante” sin el concurso de esas clases medias que históricamente han liderado todos los movimientos liberadores. Ciertamente esos sectores de las sociedades se han encontrado aprisionados entre unas clases superiores depredadoras, concientes de su poder, y unas clases bajas anarquizantes desesperadas por la necesidad. No sorprende que se les denomine “clase sándwich”. Sin embargo, aquí ellas tienen la pretensión de asimilarse a las clases altas, que las desprecian por advenedizas y las expolian cada vez que tienen oportunidad. Si hay una clase media oprimida en la actual realidad mundial, esa es la venezolana. Pero ella sigue comportándose como manada de borregos, pagando los leoninos intereses y la especulación en los precios con los cuales se enriquecen los “amos del valle”: los astados que quieren coronarse. Tal vez la sana agitación presente, los conduzca a la reflexión para jugar el papel que le corresponde en la construcción de un mundo más equitativo que permita la liberación humana. Y, para ello es obligante que este debate continúe.


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Alberto Müller Rojas


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