No fue ayer sino en abril de este año que se selló la suerte del bocazas
Oswaldo Guillén. El reciente despido del otrora venezolano no es sino,
la formalización de una decisión tomada en abril de este mismo año,
luego que este individuo, tratando de enmendar un desliz de su lengua
aviesa, se humilló como nunca antes habíamos visto venezolanos amantes
tanto del béisbol, como de los buenos principios y costumbres que se
desprenden de la ética del buen vivir.
En un artículo no publicado por este medio (desconocemos la razón) en
aquel mes de infortunio para este pobre comentarista político,
predijimos la suerte segura para Guillén, antiguo ídolo beisbolístico de
muchos venezolanos: Una campaña para el olvido y un despido humillante.
No bastó el mea culpa público de Guillén, ni su redundante verbo
incendiario contra Fidel y Chávez en aquella rueda de prensa, para que
los demócratas de Miami lo perdonaran. Su suerte se selló, y la crónica
de su muerte anunciada comenzó con una suspensión sin paga de cinco
juegos. Premonitoria medida que sólo necesitaba del broche de oro de
una temporada un poco peor que desastrosa para que le propinaran un
ponche sin tirarle y con el bate descolgado. Historia triste.
Hoy, el Guillén jactancioso, arrogante y deslenguado no llamó a ruedas
de prensa en la ciudad de la amistad para hacer saber su posición acerca
de esta medida, que es necesario dejar en claro, no es culpa ni de
Chávez ni de Fidel. Tampoco hubo ningún tipo de apoyo popular de parte
de aquellos a quienes se les arrodilló Guillén para tratar de salvar su
pobre y deshonrado pellejo que finalmente quedó ensartado en la lanzas
de la libertad de expresión americanas. Concluimos aquí que su solicitud
de perdón no calificó ni en abril ni ahora. ¡Strike him out!
Hoy, no nos satisface ver a Guillén en una caída tan deshonrosa. Por
simple solidaridad humana nos da mucha pena ajena. Sin embargo, en
honor a la verdad y a la justicia, esta tristemente célebre historia,
debe servir de reflexión y enseñanza a todos aquellos hombres y mujeres
que no son operadores de la política, pero que son públicos y que, sin
menoscabo de sus derechos y preferencias, deberían medir y pesar las
consecuencias de sus expresiones antes de lanzarlas a las variopintas
multitudes.
Guillén no fue víctima únicamente de la gusanera y de sí mismo, sino
del sistema excluyente y " sociófobo" que opera en la cuna del "sueño
americano". Vale decir que el pobre diablo salió barato, pues su propio
pellejo literal pudo haber corrido peligro ante la perturbada mente
colectiva de los ex cubanos del sur de la Florida, donde se cocina con
la mejor sazón terrorista del hemisferio. Gracias debe darle al creador,
que ya Posada Carriles y Orlando Bosch hace tiempo que la edad y la
muerte (respectivamente) dieron cuenta de sus posibilidades asesinas.Lgraterolh@gmail.com