La sutileza de la táctica y la estrategia

I

Asistimos a la crisis y despedida del país portátil. Del sentido y la envestidura de la patria se trata. Está en juego la capacidad de la nación, de la sociedad venezolana, de reconfigurarse con la envestidura y contenido de un nuevo sentido. En ese límite, en esa querella que decide todo o casi todo nos encontramos. En ese borde, en esta hora, en ese tope, en este anclaje de la patria. En esos lugares de la política, se pulsan las posibilidades y potencialidades de otra y nueva patria.

En ese límite, cabo, aprieto insoslayable, no hay lugar, desde el chavismo, para visiones estrechas, horizontes domesticados y esperanzas recatadas. No hay tiempo para el tiempo sin historia y sin la historia.

En tales lugares hay que leer hacia adelante; persistir con los signos de lo nuevo del cambio revolucionario. La política apremia y es interpelada. Entonces: se impone establecer la ruptura con la lógica del capital y construir una mayoría socialista y patriótica.

La victoria, en un enfrentamiento que lo decide todo o casi todo, es el alcance sutil de la táctica y la estrategia. En un combate decisivo, optar por una confrontación política decisiva equivale, sin la más mínima incertidumbre, a que la victoria es totalmente segura.

Amplios sectores de la oligarquía criolla, esto es, la extrema derecha manoseó la oportunidad de la guerra concluyente. Día y noche la fantasía tentó la “chispa” que incendie” la nación, la patria. Equívoco de alta monta, de suma envergadura:

La victoria de Chávez y el pueblo desestructuró, en esta coyuntura (y quizás por un lardo tiempo) el plan violento y desestabilizador de la derecha y sus padrinos ocultos y visibles. “La guerra terminal” (fetiche del miedo al miedo, por delante) por ahora, ha sido cancelada, que significa la eliminación del pueblo. La política de supresión violenta del pueblo, en términos de subjetividad confrontada con el paradigma de la guerra y el guerrerismo (la propia barbarie que se asoma), ha sido derrotada el 07 de octubre.

El argumento de la guerra decisiva y total es la intimidación última, el instrumento de apaciguamiento promordial de los fascistas y neofascistas. La extrema derecha, desde siempre esgrime, que la guerra decisiva es la última guerra. Cinismo sin límites, la extrema derecha “sabe lo que hace y aun lo hace”.

Quizás lo relevante del libro de Hardt y Negri no sea el título del mismo “La Multitud” y la argumentación en torno a este sujeto político. Quizás lo pertinente sea el subtítulo “Guerra y Democracia en la era del Imperio” y el primer capítulo titulado “Guerra”. Dos citas, para mostrar de que se trata: “La posibilidad de la democracia está hoy oscurecida y amenazada por el estado endémico de guerra mundial…el obstáculo principal de la democracia es, actualmente, el estado de guerra global”… “En el mundo de hoy existen numerosos conflictos activos…Estos conflictos deberían ser considerados…como ejemplos…de guerra civil… ninguna guerra local debe ser contemplada aisladamente, sino como parte de una gran constelación, vinculada en mayor o menor grado a otras zonas de guerra, así como a zonas que por ahora no están guerra”.

Y en este tope, una referencia del padre Miguel d’ escoto es obligatoria: relata que se reunió con Miterrand pocos días antes de la guerra del Golfo y que el entonces presidente de Francia había llegado a la conclusión de que si Washington optaba por la guerra “no problem”. Dramática posición, sin duda, que deja claro como bate el cobre el poder global.

Si la extrema derecha roncó con la guerra decisiva y buscó febrilmente que la candelita se propague, no es que está roncando y buchona de coraje. La cuestión es que su guerra decisiva se ronca en la gran constelación imperial, que su coraje está en otro lugar. El Presidente Chávez y el pueblo venezolano apostaron por la victoria política, por la batalla política, y se hizo efectivo las posiciones que siguen

Estamos por la paz y contra la guerra

Si la constelación imperial se pasa de la raya, no le tenemos miedo.

La condición de la libertad de la patria y de la posibilidad de la Revolución Bolivariana, depende de no ceder al chantaje del miedo al miedo.

El compromiso del chavismo y de la “mayoría nacional” es con la Política, con la significación revolucionaria de la misma.

En sentido estricto, la guerra ha desembocado en guerrerismo, en un componente esencial para la sobrevivencia del capitalismo tardío, en factor categórico de la estrategia de crisis del poder capitalista global. Es indispensable saber diferenciar entre la guerra y el guerrerismo. Entre el sentido de la guerra (el poder global del capital no es guerrero) y el sentido del guerrerismo (el poder global del capital es guerrerista).

Los guerreristas se posicionan al margen de la guerra: del derecho de guerra, de las leyes de la guerra, la ética de la guerra. Con el guerrerismo, la violencia del poder global y las oligarquías están incapacitadas, inhabilitadas (si alguna vez con la guerra ese fue el motivo o la finalidad) de atribuirle un sentido positivo (político, moral, ético y económico) a la violencia

El presente guerrerista, es la culminación de la contraofensiva de la elite imperial, o como dice Pietro Ingrao del “contraataque capitalista a la oleada libertaria y emancipadora”; del proyecto de reconfiguración neoliberal del mundo y de la estrategia de crisis capitalista en tiempos de la crisis terminal y estructural del capitalismo tardío. La respuesta del capital al periodo de luchas populares, revolucionarias y nacionales, ha entrado en crisis. Quizás, también sea indispensable pensar (desde la izquierda) la nueva forma hegemónica del poder global capitalista que se fundamenta en modalidades políticas de corte neofacistas y guerreristas.

La disolución acelerada de los vínculos sociales típicos del Estado de bienestar sólo puede ser gestionada y hegemonizada, desde la derecha, con políticas neofacistas y antidemocráticas. La crisis del Estado capitalista a secas ha sido seguida de la crisis del Estado guerrerista: la estrategia de la crisis (la doctrina del shock o barbarie capitalista) y el guerrerismo reducen la complejidad de todas las figuras hegemónicas al formato básico de la ultrapolítica.

Formato que no remite a la forma política amigo/enemigo, que supera la tesis de la guerra preventiva (salvo en el punto de la aplicación del poderío bélico-tecnológico para aniquilar al “enemigo”), ya que no se trata atacar o golpear militarmente primero, sino de hacerlo siempre y violentar permanentemente los códigos de la paz. La ultrapolítica, sencillamente no es la negación de la política

Y en ese “climax”, no podemos sostener la política de la izquierda, de las organizaciones revolucionarias y populares, del chavismo, en la infecunda idea de que el poder no es nada, que en el capitalismo tardío lo que cuenta como política de resistencia son las luchas culturales y de identidad; esto es, que la lucha de clases, ya no tiene sentido. Tampoco es pertinente presentar como alternativa la militarización de la política de la izquierda, y en nuestro caso del chavismo. Estamos obligados, desde la izquierda, confrontar el guerrerismo y la violencia de la elite imperial y las oligarquías. Un reto clave es establecer tácticas y estrategias revolucionarias que imposibiliten la generalización del guerrerismo y de la violencia, Tácticas y estrategias que no pueden obviar el hecho de que la hegemonía, en tiempo de crisis del capitalismo tardío, no se fundamenta exclusivamente en la represión y la violencia. En definitiva, la modalidad militar de la política se soporta en la dominación ideológica, en la lucha por dotar de sentidos al mundo y a la vida.

II

Un determinado desplazamiento, reconfiguración, un significativo reordenamiento de la sociedad venezolana está en movimiento, cristalizando. No se trata de una conmoción política y social efímera y sin trascendencia. Está claro, para propios y extraños, que no se trata de un arreglo de poca monta.

Desde hace casi más de dos décadas no vivimos un tiempo ligth y no hay que lamentarse por ello. Estamos en presencia de fuertes efectos (políticos, ideológicos, sociales, económicos y militares). Efectos que son el resultado de una tensión real, la de la fuerza de las cosas. De ese dato propio de los ordenes sociales que buscan incesantemente, y a veces con rodeos, la eficacia de la política revolucionaria de la igualdad, la libertad, la justicia y de la democracia, con la finalidad de reestructurarse como totalidad y transformar los vínculos sociales, revolucionar los sentidos de la vida, de la puesta en común de la vida.

Las sociedades no expresan, lisa y llanamente, la eficacia de procesos económicos y sociales. Su lógica esencial es la emergencia de la política y la democracia, que se hacen cargo de la recurrente y permanente reestructuración del todo de las sociedades y de las relaciones sociales. El desempeño de las sociedades agota las doctrinas, al pensamiento político, y rebasa los moldes (la costumbre de las cosas) de lo ya vivido o experimentado.

La cuestión de un nuevo sentido de la patria, es la razón de porque el rumbo actual de la sociedad venezolana, con fuerza inusitada, exige la construcción de un nuevo proyecto de nación, de sociedad. Es esa búsqueda permanente y actual (la lucha de clases) la que da lugar a los desencuentros de dos países: el portátil y el socialista.

Desde el primer triunfo político-electoral del Presidente Chávez, de manera progresiva y acelerada, la derecha se ha ubicado en un campo de fuerzas extremadamente vulnerable, al desarticular toda probabilidad de construcción de una mayoría nacional sujetada a la política del capital y de los “antiguos amos del valle”. Es demasiado evidente como la incapacidad de la oligarquía y sus sucedáneos (Primero Justicia, Voluntad Popular, UNETE, etc.) para elaborar un proyecto de nación y un discurso sobre lo social. La nota no la dan ni en un lenguaje demagógico. Y cuando lo intentan tenemos a capriles radonsky.

No se pasa de lo posible a lo real, sino de lo imposible a lo verdadero. En este tope de la Revolución Bolivariana, de la construcción del poder del pueblo, hay que avanzar en la idea de la política, del ejercicio de la política fundamentado en un proyecto de nación y derrotar no sólo al neoliberalismo, ya que lo decisivo es superar la lógica del capital y el modo de vida capitalista.

En condiciones novedosas e inéditas, la idea socialista debe asumir la precipitación de una serie de acontecimientos y desafíos. La crisis del capitalismo tardío exige de la recreación política del socialismo. A contracorriente de la inmediatez y la urgencia “la parte de los sin parte” hila y desteja la tela de la vida, y asegura la textura de estos tiempos.

Chávez gano y el pueblo gana: emerge una nueva coyuntura y un nuevo ciclo. La idea de socialismo, fundamentado en el poder del pueblo, es una batalla política programática por la paz, la vida y la patria. Quizás acontezca, como siempre, la mejor estrategia surge y es posible después de pasos decisivos. ”In extremis”, la mejor estrategia política del chavismo tiene que imponerse.


fclugo50@gmail.com


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Francisco Cedeño


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