¿Por qué renuncio al PSUV luego de la gran victoria del pasado 7O? ¿Cómo hacerlo?




Por allá en Mayo de 2007, cuando se llamó a inscripción para aspirar a militante del PSUV, recuerdo haber salido corriendo para ser uno de los primeros en anotarse en lo que se avizoraba debía ser el primer partido político venezolano por el número de militantes inscritos. Y así resultó. Chávez, reafirmaba con este llamado, su poder de convocatoria con el que viene liderando el proceso de transformación del país. En los últimos comicios, el PSUV demostró ser el partido más poderoso al sumar la mayor cantidad de votos que le dieron la victoria al Presidente, victoria que celebro con el orgullo que me embarga y comparto con los millones de compatriotas que trabajamos -unos más, otros menos-, por su reelección. Sin embargo, después de cinco años, no me siento identificado con un partido que no ha pasado de ser, en el mejor de los casos, una maquinaria electoral, fuerte sí, pero maquinaria electoral al fin, sin distinción alguna de los que han existido a lo largo de la historia republicana signada en buena parte del siglo pasado por las malas mañas de los partidos del puntofijismo.

Un partido no es eso, ni mucho menos un espacio para la negociación política y de pugna por la imposición de familiares y amigos en niveles de dirección o cargos en la administración pública, no. Un partido, y más un partido en el poder, es, sin mayor disertación, la comunión de los más esclarecidos hombres y mujeres del pueblo que garantizan, entre otras cosas, que sus máximos líderes mantengan el rumbo hacia los objetivos estratégicos definidos para cada etapa revolucionaria: una vanguardia, pues. Ese ideal sólo puede realizarse en la medida que exista una fluida comunicación entre los miembros del partido: sus dirigentes, cuadros medios, de base y de éstos con el resto de la población que no necesariamente son simpatizantes ni adeptos, es más, que podrían ser contrarrevolucionarios, pero es a través del partido por donde se canalizan las aspiraciones, intenciones, deseos y esperanzas de toda una sociedad, haciéndolas compatibles con las tareas planteadas o neutralizándolas si revisten un obstáculo y no a través de sus voceros mediáticos cazando peleas absurdas por los medios de información que desgastan y no aportan nada a la construcción de la tan ansiada sociedad socialista.

El la unidad de base del barrio donde vivo se discutió sobre los militantes que como voceros de la parroquia nos representarían en el Congreso Fundacional y se discutirían los estatutos. Juro que di la pelea. Argumenté que escogiéramos y apoyáramos a alguno de nosotros, la gente del barrio, conocidos por todos, ¿qué podría ser más democrático?, pero fue inútil, había una lista con candidatos ya definidos por los cuales votar. Demás esta decir que no conocía a ninguno, ni supe nunca quién había bajado aquella lista. Luego de esta primera clarinada de lo que se perfilaba ser el Partido, llamé por teléfono un par de veces y me apersoné en la casa central para poner a disposición mis modestos esfuerzos para el fortalecimiento del proceso, ¡que iluso! aún espero que me llamen.

Pero somos muchos que al margen de cualquier organización, algo hemos hecho en función de profundizar el proceso y no hubo durante la cuarta y no la habrá en la quinta, fuerza alguna que me detenga en el compromiso autoimpuesto de luchar hasta el final por la concreción de la utopía socialista.

Desde la creación del partido hasta ahora, hemos sido testigo de un sinnúmero de arbitrariedades de su dirección, o por lo menos así parecen, por cuanto ninguna explicación nos hemos merecido, haciendo de la defensa del proceso, ante los que nos adversan y critican, una labor cada vez más cuesta arriba. A horas de la jornada más ejemplar que ha dado al mundo pueblo alguno, de civilidad, de amor, de madurez política, de conciencia revolucionaria, que hasta el mismísimo imperio gringo ha debido estremecerse, el PSUV abofetea al mismo pueblo que dice representar, anunciando el listado de candidatos a las gobernaciones para el próximo Diciembre. No salimos de nuestro asombro. Hasta hace poco confiábamos que las tan cacareadas erres se abrirían paso, pero por el Este se acumulan nubes oscuras, por lo menos por Carabobo, Bolívar, Lara, Trujillo…

Bueno. Aquí estoy escribiendo esto que a pocos interesa, que pocos leerán, que a un partido de millones en nada le afecta por cuanto significa la exclusión de uno que jamás fue incluido. Pero escribiendo esto de alguna manera me reivindico a mi mismo y me reconforta saber (Aporrea me ha dado esa posibilidad) que hay otros venezolanos que aún amando este proceso y al presidente Chávez, no le dan tregua a la sumisión y a las falsas lealtades aún cuando puedan ser blanco de denuestos de todo tipo y hasta de agresiones físicas.

Si por alguna casualidad alguien que lea esto que escribo piensa que soy un ingenuo por renunciar al PSUV y seguir defendiendo a Chávez, siendo éste quien le impone los candidatos al partido, le argumentaría dos cosas de aparente contradicción: primero desde el punto de vista del Presidente yo hasta lo justificaría si consideramos que, no siendo el PSUV el partido revolucionario que necesitamos, sólo él tiene la visión de conjunto para decidir sobre la materia, y en este caso sólo le preguntaría qué le impide prestar oídos a lo que le dice la gente que le aclama y tiene ante la tribuna. Está bien, no es Lacava, pero por qué Ameliach, por qué no prueba mandándonos a Samán, por ejemplo, y verá como un pueblo aguerrido despluma cuanto enemigo se le atraviese. Segundo desde el punto de vista del aparato del partido le invitaría a releer el segundo párrafo de este artículo.

¿Alguien podría decirme cómo puedo dejar de abultar la nómina de miembros del PSUV?



Juan Torres

Valencia

Jutor2000@gmail



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