¡Coño, no seamos escuálidos!





Desde la elección del 7 de octubre, por alguna razón que no entiendo, hay varios camaradas que se han dedicado a reclamar y quejarse do todos tipos de cosas en lo que concierne, en particular el PSUV, los candidatos chavistas para las gobernaciones, y los errores de Chávez y del gobierno.

El día de la elección, uno de los lideres del PSUV donde vivo estaba quejándose que el proceso de votación era muy lento. Hace varios días que mi vecino, un camarada Revolucionario, anda quejándose del liderazgo del PSUV de Táchira, diciendo que hay que botarlos a todos y remplazarlos con nuevos.

¿Qué está pasando?

Si algo deberíamos haber aprendido después de 14 años frente a la idiota oposición, es que toda esa quejadera es nefasta para nuestro proceso, cualquier proceso. No deberíamos estarnos quejando de cualquier tontería, aunque nos parezca no ser una tontería, deberíamos tener fe – o por lo menos, si nos vamos a quejar, deberíamos proponer soluciones y participar en implementar esa solución, personalmente y físicamente. Parecemos unos niños de mamá, llorando porque un hermano le quitó un juguete y lo quebró, parecemos a los brutos egoístas de la oposición, peleándose para aparentar y sentirse importante, aún cuando lo hacemos con convicción Revolucionaria y autentica preocupación.

Mi vecino y amigo, el que anda quejándose de que los lideres del PSUV no hacen sus puerta a puerta, tampoco hace nada, excepto quejarse, y desahogarse en mi taller, frustrado. Le dije, “Yo no te veo haciendo nada al respecto, ¿por qué tú no vas de casa en casa ya que dices que los lideres del PSUV no lo están haciendo?” Su respuesta fue, “Ah, yo no. No tengo ese talento, esa forma de ser.”

¿Entonces?

Primero, deberíamos tener fe, y existe bastante evidencia para decir que la fe se ocupa de corregir los errores que hemos andado cometiendo en estos últimos años de Revolución. La mayoría de los traidores fueron descubiertos dentro de los rangos del chavismo y el gobierno, la fe ha estado purgado nuestra Revolución, y sigue purgando los vendepatrias e hipócritas, poco a poco, paso a paso.

¡Paciencia! Y más paciencia.

Una cosa es abrir el paragua para protegerse de la lluvia, y otra es pararse bajo la lluvia sin paragua y quejarse de que uno se está mojando. Una cosa es la habladera y otra es la dialéctica.

Pero parece que todavía no hemos aprendido qué es la dialéctica:

“Es (...) la teoría de los contrapuestos en las cosas o en los conceptos, así como la detección y superación de estos contrapuestos. De manera más esquemática puede definirse la dialéctica como el discurso en el que se contrapone una determinada concepción o tradición, entendida como tesis, y la muestra de los problemas y contradicciones, entendida como antítesis. De esta confrontación surge, en un tercer momento llamado síntesis, una resolución o una nueva comprensión del problema. Este esquema general puede concretarse como la contraposición entre concepto y cosa en la teoría del conocimiento, a la contraposición entre los diferentes participantes en una discusión y a contraposiciones reales en la naturaleza o en la sociedad, entre otras.”

Un buen ejemplo de la dialéctica es el contrapunteo, donde cada actor trata de marcar puntos dentro de una cierta realidad, sin que uno o el otro se insulte, porque el sentimiento no tiene nada que ver con el contenido del contrapunteo, sino que la meta es de demostrar la capacidad del conjunto del contrapunteo en resolver el tema en cuestión.

En este sentido, basándonos en la dialéctica, y no en la habladera, deberíamos darnos cuenta que deberíamos concentrarnos en la solución, es decir, es claro y cierto que la fe y el amor ha avanzado y protegido nuestra Revolución, ¿entonces?, dejemos de malgastar energía y palabras en reclamar y quejarnos, sin hacer nada, y dejemos que la fe y el amor se ocupe de solucionar, y particularmente si nosotros mismos, los que nos quejamos, no estamos dispuestos llevar al olvido nuestra vida privada y familiar para hacer el trabajo de líder político, de casa en casa, día tras día, o ser alcalde, gobernador, ministro, o presidente del país, siendo azotados 7 días la semana, 365 días del año, por insultos, trampas, paja y quejas.

¡Coño, no seamos escuálidos!

oscarheck111@yahoo.com


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Oscar Heck

De padre canadiense francés y madre indígena, llegó por primera vez a Venezuela en los años 1970, donde trabajó como misionero en algunos barrios de Caracas y Barlovento. Fue colaborador y corresponsal en inglés de Vheadline.com del 2002 al 2011, y ha sido colaborador regular de Aporrea desde el 2011. Se dedica principalmente a investigar y exponer verdades, o lo que sea lo más cercano posible a la verdad, cumpliendo así su deber Revolucionario ya que está convencido que toda Revolución humanista debe siempre basarse en verdades, y no en mentiras.

 oscar@oscarheck.com

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