Hombres de la revolución (parte II de III): Alias “El enamorado del Sol”, Ismael Hernández

De todo asunto, el fondo tiende a estar inadvertido para los ojos del incauto; en cambio, la liviandad suele estar casi siempre en la superficie de las cosas y es obviamente visible a simple vista por todos.

La realidad es la suma -y más- de todas las partes, así que la piel también cuenta muchas veces tanto como el fondo; total, que uno se debate en un ir y venir entre el concepto y los sentidos, a veces lo hacemos a modo de paseo y en ocasiones, con rigor.

No me basta con ver la silueta de una rosa o acaso la rosa misma en su estado real, yo siempre quiero olerla y sentir el contacto con todas las manifestaciones que el concepto rosa implica; y, por extensión, no nos basta hablar de revolución sino que debemos involucrarnos con lo que el concepto revolución conlleva e ir inclusive más allá, hacerla para tocarla, cuando no la encontremos, así como quien siembra el rosal para cultivar la rosa y esperar que el tic tac de la pared madure la cosecha de colores y perfumes, y el agua, El Sol, el abono, el cuidado de nuestras manos callosas retirando la maleza para que la rosa ya hecha botón nos acelere el toc toc que nos late adentro, en fin, todo eso y más, coadyuvan los procesos.

El tema de la revolución no escapa al rigor de esa dialéctica; muchas veces el no palpar o acaso palpar a medias los frutos del proceso revolucionario puede conducirnos al escepticismo, de ahí que para todo revolucionario sea imprescindible aprender a mirar en gran perspectiva y aquello de que el brazo a trabajar y la cabeza a gobernar tiene expresión en uno de los postulados más altos de la acción revolucionaria, lo que Chávez, afortunadamente, no deja de intentar hacer, sea con eficacia sea con altibajos, noche tarde y día, incansable, infatigable, tenaz, con admirable determinación de reivindicar a los más pobres y, ese es el quid de la cuestión, los pobres.

Es de Marx la consideración de que “la teoría carece de objetivos si no está relacionada con la práctica”, valga considerarlo como que la comunión apropiada entre las teorías y la práctica revolucionaria sea, tal ya dicho y repito, el más alto postulado.

El tema de la pobreza de muchos venezolanos, todavía, debe ser la cabeza de nuestra agenda; pobre no es sólo quien carece de vivienda, agua potable, salud y pare de contar; hay muchos ricachones que viven en mansiones y son peores pobres, esos también deben ser objetivos de la revolución, aunque bajo otros parámetros.

Los venezolanos estamos hoy ante un proceso de acciones y teorías de trascendencia hemisférica, consolidar la revolución bolivariana de la mano de un verdadero Líder pero no por eso debemos dejar de considerar dar un vistazo al ayer inmediato y, sustanciarlo.

Es por lo que dedico estas reflexiones a la juventud pero de manera expresa a los muchachos del PSUV, nuestro gran partido de la revolución. Pienso que de algo les servirá a esos muchachos saber que nada cae del cielo porque inclusive la lluvia es agua que retorna luego de haberse evaporado de acá, de la Tierra.

Nuestra juventud debe meterse entre ceja y ceja que nada debe ser superior a la voluntad de luchar en defensa de nuestra patria y para ello hay que conocer la historia; eliminar el conocimiento de nuestra historia es ardid del enemigo escuálido para borrarnos al Libertador Simón Bolivar y torpedear nuestra voluntad porque ellos saben lo que eso tiene que ver con la moral de combate.

Dicho de otra manera, el patriotismo inspira la moral de combate.

Bueno, pero no es únicamente la gran historia la que habrá de movernos al combate, hay pequeñas historias no contadas pero dignas de saberse, permítaseme:

A mediados de los años sesenta lo encontré en Bolivar, nomás bajarme de la chalana que atravesaba el imponente Orinoco, desde el lado de Anzoátegui, más concretamente, de Soledad.

Me refiero al desaparecido camarada Ismael Hernández.

Estaba flacuchento pero, como siempre, entero. Daba gusto andar por ahí con Alias “Oberto” –como le decíamos-, un revolucionario admirablemente fiel.

En una oportunidad el SIFA lo detuvo y lo torturó a tal punto que terminó en el Hospital Razetti de Barcelona y cuando lo fueron a buscar para seguirle dando palos, un Dr. De apellido Lander, les dijo a los criminales que: “Ese hombre se va morir, o lo meten en una urna o como ustedes quieran, o lo dejan que muera en paz”, era para salvarlo, por eso se lo llevaron en un helicóptero y lo abandonaron en La Guaira, donde a duras penas pudo enconcharse hasta recuperarse para seguir la lucha.

“Oberto” estuvo preso en la Cárcel del Obispo desde 1953 hasta 1955 por su actividad revolucionaria; de allí salió confinado para el Amazonas, en la región del Río Negro, concretamente en Maroa, que para entonces era un pueblito de cuarenta casas.

Acá, en plena selva, mucho antes, José Eustacio Ribera había escrito “La Vorágine”, novela costumbrista cuya temática es la selva y donde se le rinde culto al Sol y a la vegetación.

En Yabita, a 15 kilómetros de Maroa, y enfermo de paludismo, logra Ribera escribir su novela al tiempo que los indios lo estuvieron curando hasta permitirle trasladarse a Colombia.

“Oberto” lee en Maroa dicha novela porque se la regaló precisamente, un colombiano del bando liberal, y hasta logra conversar con algunas viejitas que habían conocido al escritor, pero el símil viene a colación por cuanto que en esa circunstancia de vida, no se pierde la gran significación del humanismo revolucionario, que a diferencia del humanismo burgués, es creador y pleno de valores: Surge ahí una obra literaria.



La belleza del Guainía es esplendorosamente silvestre. Guainía, en lenguaje de los indios Banivas y Bare significa río negro.

A orillas de uno de los brazos del majestuoso Río Negro, entre Maroa y Yabita, pasa un tiempo el compañero “Oberto”. El recuerdo del Obispo lo acompañó siempre; sucede que a veces hay recuerdos que dejan huellas casi traumáticas pero un revolucionario debe sobreponerse a todo y avanzar determinado y alegre, el odio y el resentimiento se lo deja uno a los escuálidos y en particular a los jerarcas del alto clero venezolano, clero que nunca deja su hiel en casa, es su carta de presentación en todas partes y muy especialmente en estos tiempos de elecciones.

Allá, en el calabozo que denominaban “La nevera” -evoca él- sufrió espondilitis lumbar, que es una enfermedad en la que las vértebras cogen frío crónico y producen un dolor pavoroso, igual nos sucede a los pescadores cuando la cala está movida, larga y tendida.

En la época del perigeo solar era posible aprovechar un rayito de luz que entre diez y once de la mañana se dejaba colar por una hendijita, el cual él aprovechaba para calentar y al mismo tiempo, purificar un tobo de agua que sacaba del baño del calabozo.

Valga anotar que usted pone una vasija de agua al sol y eso la purifica.

Es en la zona de la selva donde el compañero “Oberto” pondera realmente la significación de la energía solar. Prefería siempre caminar a Sol traviesa en lugar de por la sombra y más cuando El Sol andaba como para tostar casabe.

“Si en Venezuela-decía a menudo-se aprovechara esa energía (la solar), científica y técnicamente a gran escala y en forma bien planificada se le garantizaría a nuestro país una cantidad de energía similar a la que proviene del potencial hidroeléctrico de los innumerables saltos de agua diseminados en el Caroní y que son recogidos potencialmente en la Represa de Guri desde donde se extiende a toda Venezuela”.

De “Oberto” aprendí a ser otro enamorado del Sol, me gusta mucho el Sol cuando está reverberante porque creo que hace desprender mucho más oxígeno de las plantas.

Habría que ver y sentir la fastuosidad vegetal del Guainía y el copiosísimo volumen pluviométrico de toda esa área en la parte en que cede sus espacios a un Sol que tiene la capacidad de imponer su fuerza. A través del Guainía, ya cuando éste entra en contacto con el Gran Orinoco, en el sitio de Las Majadas de San Rafael, en la parte oeste de Ciudad Bolivar, sucumben muchos sueños en el divisar de la línea “negriamarrilla” del choque de dos aguas que finalmente se vuelven amarillas como el paludismo que durante cientos de años diezmó a nuestros hermanos aborígenes.

Sueños de lucha que resurgen con la Revolución Bolivariana para volver a la selva, los que puedan venir, a hacer justicia, a curar a los enfermos pero también a aprender del inmenso potencial de la magnífica biodiversidad de la selva y de la sabiduría ancestral de los que acá viven, de la medicina indígena, de la cultura, a erradicar la malaria y la fiebre que ella impone, a cuidar las cabeceras de los ríos.

Una mañana se apareció el camarada “Oberto” con un maletincito una chaqueta y un par de libros. Uno era “La sed del mundo” de Cyril Gomella; otro, un librito de poesías. Me dejó todo eso y se marchó para volver en la tarde.

Pero, no vino en la tarde. Pasó quizás un par de años y murió. Debió ser en l993. Otro buen amigo me avisó. Fue entonces cuando revisé sus cosas. Había una libretica con unas notas acerca de un Dr. Llamado Simón Muñoz, cardiólogo que lo atendía en Caracas, había además unas pastillitas de abdalá que él solía meterse debajo de la lengua para controlar la tensión arterial y una notica para mí, así: “Panita, no te hagas el loco, recuerda que me robaste un libro.”-era su manera característica de echar bromas- se trataba de “El pensamiento científico” de Marshall Walter que mucho antes yo había “tomado prestado”.

En una oportunidad en que discutíamos fuerte me dijo así: -palabras más, palabras menos-“Venezuela tiene el ejército más democrático del mundo y Chile tiene uno de los peores de América”.

Y, me dio una auténtica clase que creo haber asimilado suficientemente, en esa ocasión se paseó por el carácter prusiano criminal y arrogante del ejército chileno; en contraposición al origen popular de nuestros soldados y ahí está Chávez como digno y elocuente ejemplo.

Ahora, cuando en el año 2000 se pudo constatar que nuestro ejército se comportó con más civismo que la “sociedad civil” -así denominada por las televisoras privadas- puedo recoger los frutos de esas reflexiones.

A nuestra juventud le digo que el revolucionario debe tener al menos, si no el mejor, un buen concepto de sí mismo, lo que obviamente dependerá de sus propias experiencias; las experiencias vividas nos hacen percatar de lo que francamente somos capaces de hacer y eso deriva en la más sana autoestima, si uno no conoce lo que es capaz de hacer, lo más probable es que se sienta inferior y eso le derriba la moral de combate. Por eso yo celebro que el Comandante le asigne destacado papel a la juventud del PSUV.

Ahí están AD y COPEI dando pena ajena, mimetizados en una carta electoral a los pies de una secta criminal llamada Primero Justicia. Y es que adecos y copeyecos nunca le dieron paso a la juventud, por temor a la fuerza renovadora implícita en los jóvenes.

Hagámonos a un lado para darle paso a la juventud pero, eso sí, ofrecerle la debida orientación, por ahí iremos bien.


Observación: Y, el próximo 7 de Octubre bien tempranito debemos ir a votar por Chávez -recomiendo hacerlo en la tarjeta del PSUV, preferiblemente- y a permanecer en la calle dispuestos a darle una patada en el qlo al enemigo, por si se atreve a querer llevarnos a una guerra.

oceanoatlanticoguillermo@gmail.com







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Guillermo Guzmán


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