¿Acto moderno o constancia occidental?

La historia que hemos aprendido nos ha pasado la comprensión de que toda ella es la consumación de invasiones (con los invadidos a su vez). Son innumerables los casos que se ilustran entre nosotros esas incidencias para quienes vivimos sufriendo la linealidad de una historia que se vuelve más “congelada” en los días que corren bajo una fuerte “dictadura de la palabra” ahora más secuestrada que nunca por los medios comunicativos del sistema dominante. (Lo que hace acordar del gramático español Antonio de Nebrija quien escribió que “la lengua es amiga del imperio”). Vamos a quedarnos con algunas de esas invasiones.

Desde la infancia, estudios de primaria, de secundaria, culminando en la universidad, y así nos enseña, y fuimos “educados” que españoles y portugueses fueron los primeros que han venido a América para “civilizar” a nosotros. Se metieron las “orden religiosas” que también sirvieron con sus modales distintos a iguales objetivos. Jesuitas, dominicanos, carmelitas, todos predicaron la hegemonía, la precedencia de rey de Portugal o de España -poco importa- dependiendo de la parte en que usted se viera involucrado en la repartición del mundo colonial de entonces; únicamente, aseveraban la compartimentación estanque de su “división”, que el rey cuidaba del “mundo material”, mientras el “reino espiritual” era asistido por la Iglesia la cual tenía su sed en Roma para donde fluyen también los bienes que confortaban la excesiva lujuria de sus castas religiosas. Los únicos que trabajaban para mantener esa estructura colonial, neocolonial e imperialista eran los indígenas, negros, impiadosamente provenidos de África, conformando una banda de esclavizados a los cuales se debía aplicar el “esquema jerarquizador”, la “división de clases” que, a su vez, tenía la función de perpetuarse. O sea, aquí está un ejemplo de invasión que queda silenciada en el íntimo del alma del negro y del indígena “encontrados” para llenar como “subordinados” al esquema ya denunciado.

Se puede revisar en el interior de esa misma historia otras tantas formas de invasión que van a darse. Por ejemplo, después de asentado el polvo de las “catequesis”, vino la ola de los protestantes para estimular el enfrentamiento con los ya “catolicizados” e imponerles sus metas de “reajuste evangelístico” bajo inconformaciones pretextadas en contra de los que se volvieron católicos; sin embargo, era más que evidente que se trataba de un “ajuste económico” que resultó del paso a una nueva fase de sumisión colonial: cuando la gente cambiaba su estatuto patriarcal de sojuzgado del campo y es obligada a llenar las ciudades de “callampas”, “ranchos” y “favelas”, sitios poblados de gente que se amontona una sobre la otra en sus habitaciones, sometida a la más grande falta de condiciones y por ello -abierta a toda forma de abordaje oscurantista y de “evangelismo”. Luego, se concretiza una vez más la observada invasión. Escuelas, media, instituciones en general son instrumentos oligárquicos que confirman e respaldan esa “invasión silenciosa”. Hay también otras manifestaciones diarias más sutiles que van a contribuir para reforzar esa forma “imperializada” en contra de nuestras conciencias, sin dificultad que percatarnos de ello. Ya sea por la derrota del cansancio de un trabajo ejecutado a diario con su ritmo impuesto al disponer de una “pantalla deportiva” y deformativa, ya sea por las novelas enajenantes y propagandísticas del “modo occidental de vida”, además de la ausencia de sintonía con lo que está pasando al mundo; todas falsas opciones que nos ponen a la mano el “consumismo” para distraernos u obligarnos a las indecisiones y ser manipulados; todo ello son formas de invasión. Por detrás de ello, la invasión se realiza y se convierte: es concebida a dar realidad y brote a un mundo estratificado que no es el nuestro.

Su conversión en mentira -bajo la hedionda nómina de ya ser invasión-, sin embargo, es el más grande daño causado por los que invaden sobre los invadidos. Y parece que traspasa o trasciende a todas las fases de la invasión; camina todas las etapas de la invasión. Es con la mentira que se realizan los montajes televisivos; un claro ejemplo es cuando un Capriles Radonski busca abrir el cerco de su insignificancia y intenta forjar una honorable posición (cuando dice, por ejemplo, que el diputado Caldera “está expulsado del Partido”) con ello busca armarse contra su opositor y ganador, “rojo rojito” Hugo Chávez, una punta mediática y con ello intentar el golpe (¡ojo!). Esa mentira invade a los hogares y se aloja en algunos espíritus más blandengues.

Estamos ante un hecho conformador de largas fraudes, pues formador de “nuevas realidades” -aunque no confiera con la “realidad real” de los hechos populares: la junción de la invasión con la mentira. Claro que una realidad concebida por los de arriba, los dominadores, en el caso, por el modo de vida occidental.

Ahora, esta junción arriba alcanzó su máximo engendro; se cambió en táctica de preservación, de conservación del más “injusto” para salvar a los pocos ricachones del mundo -los oligarcas “griegos”-. El escenario inundable ingenia “medias lunas”, “ciudades rebeldes”, sitios financiados por el imperio yanqui con que van minando a gobiernos establecidos. Así procedieron con Bengasi en Libia en operación comandada por la OTAN, ONU, EEUU y todos los beligerantes asustados con el alzamiento popular contrario a las viejas oligarquías mundiales. Ahora, como forma de respuesta “de arriba”, buscan por la fuerza a llegar al petróleo árabe, justifican formas de invadir, con sus métodos sucios, a Siria, pero los intentos en Bolivia (incluso en Venezuela, con la ayuda de los “enemigos internos” al país visado, como contar con la oligarquía rentista petrolera de los estados Zulia y Táchira/Álvaro Uribe, expresidente de Colombia) es parte de su “metodología” la cual no deja de inundar con sus vistazos y “mercenarios” (tres mercenarios colombianos fueron muertos en Siria esos días) las categorías de una lógica heredada, sin embargo, degenerativa a favor del Occidente.

Por ello se ha formulado la pregunta:¿acto moderno o constancia del Occidente con su sistema capitalista que no se detiene aunque “injusto”? Por lo que todo lo indicativo, el “moderno” no pase de un formulario sacado bajo la mesa, listo, para mantener la “constancia occidental” e invadir a los demás pueblos del mundo y establecer su capitalismo monopolista por la fuerza. Es como la “modernización del arcaico” de siempre. 

jolivpw@yahoo.com.br




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