El metrosexualismo político

La historia de la humanidad desde el génesis, hasta el hombre actual, es la historia del cuerpo humano,  su contemplación y mantenimiento. Todas las civilizaciones han guardado una devoción y respeto por el organismo y sus cuidados. Platón aseguraba que un cuerpo en orden era el fundamento de toda la vida.

En el renacimiento da Vinci, a través de un dibujo, hizo una interpretación del cuerpo, como medida de todo lo existente.

La ideología, la política y la filosofía no han escapado a la necesidad de reivindicarlo. Jean Budrillard afirma: “el cuerpo funciona según las leyes de la «economía política del signo», donde el individuo debe tomarse a sí mismo como objeto, como «el más bello de los objetos» psíquicamente poseído, manipulado y consumido para que pueda instituirse en un proceso económico de rentabilidad”.

La globalización ha traído un orden cultural distinto, una nueva visión de dominación, en la cual el poder con su lógica impone la naciente estructura social que necesitan las trasnacionales, para su producción, mantener esa  organización requiere tener un monopolio sobre el cuerpo, para tratar de controlar  la reproducción social en el mundo, y poder organizar la cantidad mundial de los bienes y servicios de acuerdo al sexo y género.

El llamado estilo de vida saludable tendencia que tomo auge a partir de los años noventa, es la excusa ideológica de un sector de los Estados Unidos, para impulsar una agenda, y  a través de la apariencia del cuerpo sano, crear un estilo de vida que estimule la confección de ropas de marcas, costosísimos teléfonos, cremas, y la industria farmacéutica, además de robarle a la sociedad parte del tiempo para la reflexión, y  la acción política. Así nace el metrosexualismo.

El inventor del término fue el escritor Mark Simpson, quien lo definió  como un hombre actual, con inclinaciones por la estética de su cuerpo, que se depila, rinde culto a su anatomía, dedica horas al gimnasio, usa cremas hidratantes, y polvos secretos para el rostro.

En términos políticos es un individuo aséptico, sin voluntad de trasformación, preocupado solo por su apariencia, inclinado a ejercer las funciones públicas con soluciones estilo maquillajes, tratando de gobernar para un pequeño sector de la población, cuyas características de piel estén acordes con el ideal de su cuerpo, blanco, hidratado y siempre oloroso.

El partido republicano acaba de seleccionar como vicepresidente a Paul Ryan, con lo cual se afirma el fitness ha entrado en la campaña electoral, Ryan, es un adicto al deporte, y es lo más parecido a un metrosexual en política.

En el país, tal vez la cuña de Leopoldo López “mi meta es Venezuela”, donde aparece corriendo y mostrando sus piernas, es la propaganda que oficialmente da nacimiento al metrosexualismo político.

Las organizaciones  Primero Justicia, Voluntad Popular, son lo más próximo a un partido metrosexual Gerardo Blyde, Leopoldo López, Capriles Radonsky, son discípulos fieles de ese estilo.

El metrosexualismo político es la desideologización de los espacios de decisión, el abandono  de la preocupación política, por la  preocupación estética, la destrucción de lo colectivo, por lo individual, el choque de aspiraciones entre grupos sociales opuestos en la estratificación social, la élite busca alejarse lo más posible del pueblo.

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Luis Figuera


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