Los experimentos en animales sirven de poco

Muchos animales son criados para investigación porque los científicos son de la opinión de que los animales no poseen la capacidad de sentir. Con ello los científicos insensibles persiguen entre otras cosas, investigar determinadas enfermedades o probar en animales la reacción de medicamentos de nueva creación, analizando cómo reaccionan éstos. Se sabe que cuando los hombres reaccionan es que sienten, por lo que cuando los animales reaccionan, es que también sienten. De forma similar a nosotros sienten sufrimiento, dolor y también miedo ante la muerte antinatural.

El hombre se ha hecho culpable a causa de su comportamiento contrario a las leyes cósmicas eternas. La culpa es la siembra del culpable que entra en el alma. El que ha sembrado y siembra, recogerá a su vez aquello que él mismo ha sembrado en el campo de su alma. La simiente se abre primero en su alma e irradia después en su cuerpo. Los efectos que se hacen notar en el cuerpo del hombre pueden ser enfermedades, padecimientos, golpes del destino, soledad, abandono y muchas cosas más, según lo que el hombre haya sembrado.

¿Qué culpa tiene entonces el animal inocente si el hombre se autodestruye por sus propias causas, por su siembra negativa? ¿Pueden servir de algo los experimentos con animales cuando las causas de la enfermedad del hombre no se encuentran en su cuerpo, si no en su alma, que es desde donde fluye la enfermedad? Un medicamento que ha sido testado en el cuerpo de un animal y ha sido aceptado como bueno, no puede curar la causa en el alma del hombre. Por ello ningún medicamento proporcionará verdadera y definitiva ayuda al cuerpo, puesto que las causas se encuentran en el alma.

El que conoce el sufrimiento de los animales y calla, o el que apoya experimentos en animales o los ejecuta, cargará su alma correspondientemente. Mientras se siga matando animales, se les extraigan órganos, se les amputen las extremidades y se les use para fines de experimentación, el hombre seguirá yendo a la “mesa del carnicero”, es decir a la mesa de operaciones.

Dios es unidad y vida. Por ello, todos los animales, plantas, minerales y piedras deben ser incluidos en la vida positiva de los hombres que se desarrollan espiritualmente. El que cambia su actitud teniendo ahora comprensión, benevolencia y tolerancia, encontrará el camino a un pensar y vivir comunitarios y alcanzará el acceso a su prójimo animal. El que respeta la vida ya no criará animales para la matanza, porque sabe que también ellos perciben el por qué se les cría en la granja y en los establos.

De la publicación: “Tú, el animal. Tú, el hombre”

universalprensa@gmail.com


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