Venezuela y la energía nuclear

El pasado 16/5/05, el Presidente Hugo Chávez, refiriéndose al caso de Irán, anunció la posibilidad de una incursión venezolana en la investigación científica y el desarrollo de la tecnología nuclear. En realidad la palabra apropiada a emplearse sería “reanudar”. Venezuela fue pionera en América Latina en esta actividad, cuando en el año 1954 puso en funcionamiento un reactor, dentro de las actividades del IVIC, en el Cerro de Pipe. Le correspondió al Dr. Humberto Fernández Morán – por cierto Profesor Emerito del antiguo Instituto Universitario Politécnico de las FFAA – la dirección de ese proyecto que satisfizo las necesidades de radioisótopos del país hasta por lo menos la década de los 80. Pero pareciera que este hecho quiere ser ignorado. Ni siquiera el Diccionario de Historia de Venezuela de la Fundación Polar hace un apartado sobre ese Instituto o, sobre el Dr. Fernández Morán, fallecido recientemente. Y, el fracaso del Proyecto no se debió a falta de personal calificado. Fueron varias decenas de jóvenes venezolanos, civiles y militares, los enviados a las más prestigiosas universidades del mundo para adquirir conocimientos y experticias en ese campo. Pero el proyecto languideció, posiblemente ex profeso, hasta que el reactor se convirtió en una ruina. Los que lograron permanecer vinculados al tema, lo hicieron en el Consejo de Energía Atómica o Nuclear – otro organismo olvidado del cual ni siquiera pude obtener referencia para denominarlo correctamente – del cual fuese Presidente un distinguido militar: el Gral. Jesús Santana Quevedo (Físico especializado en la materia), maltratado groseramente durante el gobierno de Jaime Lusinchi.

Se perdió un capital, conjuntamente con los conocimientos y experticia de muchos venezolanos, incluyendo aquellos que completaron postgrados sobre la materia en el IVIC. Pero a nadie le ha dolido. Eso me recuerda la frase de un prestigioso General brasilero, quien viendo el acto de retiro de jóvenes militares exclamó: “En Venezuela se despilfarra todo, incluyendo sus hombres”. Por eso es significativo que el Presidente hubiese tocado el tema, aun a sabiendas de la reacción desproporcionada que se originaría tanto en Washington como en Bogotá. Una respuesta que no lo debería amilanar en lo referente a la reanudación de actividades en este campo. Seguramente aquí existe lo principal – el recurso humano – aunque no extrañaría que una buena parte de nuestros expertos hubiesen sido cooptados por transnacionales u gobiernos foráneos. Ello sería un acto verdaderamente revolucionario, pues abriría el cauce al desarrollo de nuevas fuerzas productivas, hasta ahora latentes en el seno de nuestra sociedad. Sería una parte importante de la transformación global de la sociedad consecuente con la época de revolución que vive la humanidad. Es cierto que aquí se desarrollan un conjunto de revoluciones, pero una de esta naturaleza le imprimiría su carácter a este tiempo, dándole a la transición que vivimos la oportunidad de abrir realmente la nueva etapa de la vida nacional.


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Alberto Müller Rojas


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