Vivimos la época de las mercancías en la globalización, un tiempo donde
la lógica indica que todo puede ser convertido en producto para la
venta. De allí que los avances en ciencia y tecnología, especialmente en
el último siglo, hayan servido más para la creación de nuevas
necesidades artificiales, que para la solución a los problemas reales de
la humanidad como el hambre, la pobreza, el analfabetismo, el crimen o
las enfermedades.
Mientras la población es sistemáticamente bombardeada por películas,
telenovelas y géneros musicales que exaltan el uso del cuerpo femenino
voluptuoso como poderoso instrumento para conquistar fama, fortuna y
admiración de los hombres y las mujeres fetichistas; existe gente que
afirma que la prostitución debe ser considerada un trabajo o simplemente
el oficio voluntario de personas liberales que recurren a su sexualidad
para ganarse la vida. Pocos parecen darse cuenta de que hay una nociva
industria de comercio sexual que promueve la cultura del erotismo con
fines de lucro y aprovecha la falta de protección a niños, niñas y
adolescentes frente a imágenes y mensajes deformantes que circulan
libremente.
Dramática demostración de despilfarro en recursos materiales,
financieros y talento humano está presente en la transnacional industria
de la telefonía celular, la cual es más atractiva para los
inversionistas que, por ejemplo, la construcción de hospitales públicos.
Se hace obvio que el primer negocio proporciona millones de dólares por
la venta de artefactos cada vez más sofisticados y costosos, mientras
que la salud accesible a todos, aunque multiplica el bienestar humano,
no produce dividendos monetarios y por lo tanto no es rentable
En efecto, mientras se invierten gigantescos recursos en nuevas
tecnologías de información y comunicación para nuevos productos que
serán lanzados al mercado; hay millones de seres humanos (niños,
mujeres, hombres, personas de edad avanzada) que mueren por enfermedades
curables al no tener un sistema de salud pública adecuado ni acceso
económico a las costosas clínicas privadas.
Mientras los Estados gastan cifras astronómicas en armas para eventuales
escenarios de guerra contra sus vecinos o hipotéticos rivales, millones
de sus ciudadanos padecen la pobreza extrema por no haber gozado de
oportunidades efectivas para la educación y el empleo digno. Mientras
por televisión e internet se exhiben joyas y vestimentas cuyo precio
supera el salario anual de cualquier obrero en América Latina, hay
quienes niegan o ignoran la responsabilidad de los medios de
comunicación en el alza de la violencia y la criminalidad en una
juventud embriagada por el ansia de dinero fácil.
A pesar de que buena parte de la ciudadanía todavía no lo detecta,
tradicionalmente los grandes poderes económicos y políticos del mundo
han destinado su actividad exclusivamente a la reproducción del capital
(dinero y más dinero) en sacrificio de la vida humana, especialmente de
la inmensa mayoría de individuos que no pertenecen a esa privilegiada
clase social empresarial, porque viven de su trabajo diario y no son
dueños de industria. El desvío de esfuerzos y la falta de voluntad
política convierte a empresarios y gobernantes en principales
responsables de que los problemas ancestrales de la humanidad parezcan
hasta hoy insuperables.
Muchos otros infortunios agobian actualmente a nuestra especie, ninguno
de ellos es nuevo, aunque los adelantos científicos y técnicos los hagan
más complejos y transversales. Siempre hemos estado amenazados por
informaciones dañinas, sólo que ahora han aparecido medios globales para
que más gente pueda acceder a ellas sin restricción. De igual forma,
siempre ha existido el egoísmo, el grupalismo y las clases sociales que
sólo se apropian de la riqueza ajena en perjuicio del colectivo, sólo
que hoy las consecuencias de esa explotación son más desastrosas porque
hay imperios más grandes y más millones de desamparados. Es decir, han
crecido las desigualdades.
En definitiva no habrá solución a la pobreza, el desempleo, la
insalubridad, la corrupción, la violencia, la inseguridad, la pérdida de
valores morales y las demás conductas destructivas para la sociedad
mientras que se tolere que los más ricos se concentren en reproducir su
riqueza grupal a través del desprecio, la indiferencia, la explotación y
la manipulación en contra de la mayoría arruinada de la población.
Indispensable es conocer que ninguna clase dominante renuncia al poder
pacíficamente, todas ellas han sido derrotadas política o militarmente
por las masas que durante épocas fueron excluidas, como por ejemplo la
célebre Revolución Francesa e incluso la habida en Estados Unidos, entre
otras. En contraste, el derrumbe de Grecia y Roma en su tiempo
constituyeron sólida evidencia del carácter transitorio de las tiranías,
asimismo el eclipse de los otomanos en la Península Ibérica, o la
expulsión de los genocidas europeos que ocuparon América, África y Asia
hasta el siglo pasado, revelaron la caducidad de los regímenes
totalitarios y sistemas de opresión.
Son las clases rebeldes y libertarias (trabajadores, amas de casa,
estudiantes, intelectuales progresistas, etc) quienes tienen todo por
ganar en función de una mejor calidad de vida, están ellas obligadas por
la historia a generar transformaciones radicales que permitan
revalorizar el trabajo humano frente al capital industrial; reivindicar
el bienestar colectivo frente a la propiedad privada y el lucro grupal;
promover conciencia sobre la importancia de los sujetos más allá de los
objetos; y fundamentalmente defender la supremacía de la solidaridad
humanista por encima del canibalismo de la competencia.
(*)Constitucionalista. Profesor de estudios políticos e internacionales
jesussilva2001@cantv.net
http://jesusmanuelsilva.blogspot.com