¿Dónde está Peña?

*A PROPÓSITO, ¿dónde está Alfredo Peña? ¿Se lo tragó la tierra? ¿Está oculto en el país? ¿Está en el exterior? ¿En qué país? ¿USA? Unos hablan de que está en Miami, que lo vieron con unos short comprando en un mall. Otros lo ubican en New York, paseando por las atestadas calles de la gran manzana. Otros dicen que está en Washington cabildeando con algunos senadores amigos. Otros creen que está en Los Ángeles y otros juran haberlo detectado en la barra de un bar de San Francisco. Otros, en cambio, lo suponen en Uruguay por sus vínculos familiares; en cambio, otros sostienen que se halla en el norte de Argentina. Otros creen que está en Río de Janeiro, porque supuestamente recibieron un correo electrónico del personaje. En todo caso, misterio total.

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*NUNCA un personaje público abandonó la escena tan intempestivamente y, sobre todo, sin dejar huella como él lo ha hecho. ¿Qué le sucedió? ¿Acáso lo secuestraron, porque esta hipótesis la manejan algunos escuálidos —¿aún quedan? Dicen que el régimen dictatorial de Chávez lo tiene prisionero, metido en una sórdida ergástula, totalmente incomunicado. Otros afirman que está echando una cana al aire, que se perdió en el laberinto del amor. Otros opinan que, simplemente, tiene culillo.

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*CON Peña, el aguerrido periodista de otros tiempos, ex director de El Nacional, íntimo de Bobolongo, moderador de un agresivo programa de televisión y emblemático representante del periodismo de denuncia; el más macho de todos, al menos en apariencia; el más bocón de todos; el prepotente miembro del gabinete de Chávez, el explosivo Alcalde Mayor y comandante supremo de la Metropolitana, ¿qué pasó? Abstracción hecha del lugar donde esté y de las razones que tuvo para desaparecer, para perderse, para sumergirse en el mundo de las sombras, su caso es apasionante.

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*¿POR QUÉ? Por la forma como se esfumó, es decir, por la comprobación de lo que ocurre con alguien que se jacta de su valor, que posa, que se coloca por encima de los demás, y luego, en las chiquiticas, se revela como todo lo contrario. Ni siquiera tuvo ánimo para despedirse, para dejar algún mensaje a aquellos que creyeron en él. Pero hay otro aspecto en la desaparición de Peña. El silencio, aún mayor que el suyo, de quienes lo rodeaban y auparon. Ahora nadie da la cara por el ausente. Nadie comenta públicamente sobre él. Pareciera tener siglos de muerto o que no hubiera existido. Su periódico, el que lo catapultó a la fama y lo avaló como gobernante municipal, calló para siempre.

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*¡QUÉ NO darían los lectores del diario de Bobolongo por alguna información sobre el paradero de su ex director, ex columnista estrella! ¡Cuánto agradecerían una entrevista con el ausente! Pero El Nacional no complace la curiosidad de sus lectores sino cuando le interesa a sus dueños. Si no tienen interés, se olvidan del periodismo.



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