Las Mercedes del Llano fue el Macondo de Venezuela

Las Mercedes del Llano, en 1944 (en año en que nací), era un pueblo en total penuria, con una veintena de casa, recién fundado, con una amplia plaza Bolívar, con sus cuatro botiquines en cada esquina, y una sola polvorienta calle. La iglesia se construyó con grandes esfuerzos y un italiano le compró unas campanas mecánicas que emitían un sonido melodioso y moderno. Yo creo que esas campanas eran únicas en Venezuela. Recuerdo que en una ocasión comenzaron a temblar con furia aquellas campanas y era que la iglesia se estaba quemando. Yo estaba echado en un chinchorro cuando escucho que mi hermano Argenis sale en volandas y grita: "¡Se queman los santos!" y detrás corrieron mis hermanos Adolfo y Alirio. Aquel incendio lo apagaron mis hermanos, arriesgándose en medio del fuego para poder sacar de allí lo poco de valor que había.

También en Las Mercedes se instaló uno de los más modernos cines de la época, donde se pasaban películas en cinemascope. Por cierto que fue inaugurado proyectando la primera película que se hizo en cinemascope: El Manto Sagrado. Aquel pueblo era el Macondo venezolano. Se presentaban músicos de todas partes del mundo, payasos ambulantes, curanderos, gente que había peleado con cunaguaros; vendedores de araguatos y culebras, personajes que aseguraban tener poderes hipnóticos. Llegó en una ocasión un mago que ante toda una gran audiencia hipnotizó al único boticario del pueblo y lo mantuvo dormido varios días en una cama que se colocó en el Cine Bolívar. Uno, de muchacho, curioso, se metía por unos recovecos del techo para ver al boticario tendido cual largo era, sometido al poderoso somnífero de los ojos de aquel mago. Otro de los pasatiempos en ese pueblo era pasear en bicicleta que se las alquilábamos por un bolívar a un tuberculoso republicano, de los llegados al país del ventarrón de la guerra civil española, y perderse por lo campos de Chaparrogacho, por el Hato de los Palacios, por los alrededores de la laguna del pueblo y hacia la vía que conduce a Cabruta. Para mí no había un lugar más hermoso que Las Mercedes del Llano, con su gente sencilla, con sus campos y potreros, el vórtice de emigrantes llegados de los más distantes lugares de la tierra y que iban por allí de paso: turcos, sirios, antillanos, polacos, gringos, alemanes, cubanos, españoles, italianos.

Hay que detenerse un poco en la fecha, en la que los padres de José Sant Roz llegan a Las Mercedes del Llano proveniente Santa María de Ipire: es el año de 1945. El tío Francisco (hermano de mi mamá, Clara) tenía un hijo al que llamó Isaías, sin duda en honor al Presidente que entonces nos gobernaba: Isaías Medina Angarita. El tío Francisco era un hombre al que le interesaba la política, a diferencia de sus otros hermanos. Cuando los adecos derroquen a Medina, el tío Francisco le pondrá a su segundo varón, Valmore, sin duda en honor al más destacado publicista de Acción Democrática para la época, Vamore Rodríguez. El tío Francisco siempre llevaba un revolver en la cintura, era coplero y un hombre muy popular y respetado en los llanos. Hombre de gran corazón que amaba con devoción a su hermana Clara. Porque Clara fue la única mujer de sus cuatro hermanos, así como Javier (mi padre) fue el único hombre de una camada de seis hermanos.

¿Qué harán Clara y Javier, con cinco muchachos en Las Mercedes del Llano? El señor Javier es talabartero y la señora Clara domina el arte de corte y costura. El señor Javier montará una talabartería y Clara una sastrería. Más tarde levantarán una bodega, un restaurante y un hotel.

1946

Nace el séptimo hijo de los esposos Rodríguez, la niña Milagros.

1947

La casa donde vivo tiene un gran patio. Hay un árbol en el centro. Una fila de tambores están colocados para recoger agua de lluvia que baja por los techos de zinc. Se crían animales como cabras, paujíes, gallinas, cerdos, un perro enorme, muy hermoso, que mi padre (por muy germanófilo) llama Stalin. Recuerdo a mi hermano Adolfo que con un montón de peroles monta una bodeguita en el patio de nuestra casa. Llega la cabra y se la derriba. Veo rabiar a Adolfo, a quien llamamos el Negro, que cuando se molestaba era terrible, y persigue a la cabra por todo el patio con un palo.

Es la familia Rodríguez de las más "próspera" del lugar, aunque en Las Mercedes del Llano no hay sino bares, enfermedades, pobreza insigne, abandono, ignorancia, monte, polvo, desolación y reyertas. En cien kilómetros a la redonda no se consigue un médico; apenas algún boticario que hace el papel de cúralo todo. Por ejemplo, un muchacho, que llegará a tener renombre nacional, llamado Celestino Ledezma se cae de un árbol y se fractura el brazo; el muchacho lo acaba perdiendo porque no hay quien pueda entablillárselo.

Hay un deambular permanente de gente por Las Mercedes del Llano llegadas de todas partes de Venezuela y del mundo: músicos, fotógrafos, ingenieros petroleros, putas, obreros, payasos, músicos, ganaderos, comerciantes. Es, digo, el Macondo guariqueño: brujos, adivinos, confinados llegados de Caracas, cazadores de tigres y de monos, buscadores de tesoros perdidos (botijas con morocotas). Ni un solo político. Todavía no se conocen los partidos políticos. Alirio, se disfraza de diablo y asusta al pequeño José de apenas tres años que estaba durmiendo en un chinchorro. El niño entra en pánico. Piensa que se muere y llaman a un dentista para que lo atienda porque sufre un raro espasmo. El pequeño finalmente grita y queda como convulsionando, y luego se entrega a un lloro sin control. Una mujer gorda lo toma en brazos y comienza a correr con él por el patio como dándole aire, alzándolo y dejándolo caer. Acude a ventearlo; le echan agua y le frotan la cabeza con un poco de alcohol. La señora madre, que está embarazada de nuevo, sufre un síncope o un ataque epiléptico. Mucho alboroto en aquel pueblo tan pequeño. Todos parecen fantasmas, y todos gritan y allí todos parecen enfermos.

Nace mi hermana Teresa.

1948- Noviembre

Nace mi hermano Felipe.

Las calles de las Mercedes del Llano están desiertas, seguramente porque hay toque de queda: han derrocado al presidente Rómulo Gallegos. La gente habla con susurros. Un radiante sol. Hay un camión frente a la casa, voy y subo al pescante, y vuelvo a casa corriendo. Me llama mucho la atención este camión, y toco la pulida tapa de aluminio donde va la gasolina. Aspiro con fuerza por la ranura de esta tapa; me dopo; veo al camión avanzar a una velocidad extraordinaria, y trato de sujetarme a las barandas. Me rio o grito, y me dejo llevar por el efecto de la droga.

Todas las tardes, mientras el camión está allí, frente a la casa, voy y aspiro por la ranura de la tapa de gasolina.


jsantroz@gmail.com


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José Sant Roz

Director de Ensartaos.com.ve. Profesor de matemáticas en la Universidad de Los Andes (ULA). autor de más de veinte libros sobre política e historia.

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