Base de operaciones

**** El fracaso del Plan Colombia abre las oportunidades para un período de distensión en la región sudamericana-

Resulta claro, después de la visita de Condolezza Rice a Bogotá, que el Plan Colombia caducará este año. El no renovarlo tiene de por sí un gran significado. No importa quien tomó la iniciativa o si fue un acuerdo mutuo. De entrada se reconoce su fracaso. No sólo en lo relativo a la solución victoriosa de la guerra civil colombiana para los firmantes de la alianza, sino, más grave, en la ausencia de apoyo del resto de la comunidad internacional y, particularmente de la sudamericana de naciones. En este último aspecto ha sido notorio el descalabró de los coaligados. No interesa que, como lo señaló la Rice, se mantenga la ayuda financiera a una parte de los beligerantes en ese irracional y anacrónico conflicto. Lo trascendente es el fin del movimiento de personal militar norteamericano para guarnecer las bases de operaciones combinadas instaladas en Colombia que forman parte de la estrategia de contención del desarrollo de un polo de poder que se gesta en los espacios planos del subcontinente que drenan hacia el Atlántico. Aquí es insignificante que ese vacío lo llenen empresas privadas mercenarias, muchas fachadas de la CIA, que ya no comprometerían al Estado norteamericano en un envolvimiento directo en una nueva guerra. Un ataque contra esos esbirros ya no sería un acto hostil contra EEUU. Allí la acción de Washington se limitaría a prácticas humanitarias.

Pero ese hecho tiene dos lecturas adicionales: la revelación del escaso valor estratégico de la región para los intereses del complejo militar-industrial que controla al gobierno de Washington y, su incapacidad militar para empeñarse en un nuevo conflicto. No hay objetivos estratégicos significativos en esta región geopolítica, puesto que el nuevo poder en gestación para ser eficaz tiene que consolidarse. Y en ese sentido basta con su poder disuasivo para impedir alianzas con sus competidores actuales en el sistema internacional. Esto sin considerar que tales rivales no tienen el dominio del mar para asegurar el canal logístico que sería necesario para materializar una alianza político-militar con el naciente, pero todavía vulnerable, centro de poder sudamericano. Así no es prioritario para la Casa Blanca el atender este problema que sólo le ofrece riesgos de seguridad para el futuro. En cuanto a lo segundo, es pública y notoria la dificultad del Pentágono para la recluta de alistados que potencien su capacidad militar. En un escenario de guerra asimétrica donde el armamento de punta es ineficaz, esto constituye una grave vulnerabilidad. De modo que el escenario más probable es él de la distensión en el ámbito regional, sobre todo con Venezuela que ha sido escogida como objetivo estratégico para sus propósitos hegemónicos en su “patio trasero”. Esto le dará un respiro a su gobierno para consolidarse, mientras que definitivamente compromete la meta estadounidense de controlar el área andina como espacio de contención del poder emergente sudamericano.


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Alberto Müller Rojas


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