Venezuela a contracorriente: No quitarle el maíz a la gente para alimentar automóviles

En el 2007, en el marco de la naciente UNASUR, se vivió un intenso debate alrededor de los agrocombustibles, recordemos que los agrocombustibles son combustibles (Etanol) de origen biológico obtenidos de manera renovable a partir de restos orgánicos. Estos restos orgánicos proceden habitualmente del azúcar, el trigo, maíz, la soja o semillas oleaginosas. 

El debate cobró  fuerza ante el impulso del acuerdo de Brasil con estados unidos para el impulso de los “biocombustibles”. Por su parte Venezuela consideró y considera que el etanol lleva a una reducción de las tierras destinadas a la producción de alimentos y a la generación de monocultivo que desincentivan la producción de alimentos. 

El presidente Chávez dijo que Venezuela aceptaba el consumo de "agrocombustibles cuando no afecta a los alimentos", y es "complementaria al petróleo" de tal manera de "no quitarle el maíz a la gente, a la cadena alimenticia para alimentar los automóviles".

Este debate ha ido cobrado una significación mucho más grande en la medida que los agrocombustibles se configuran como el elemento estructurante en la crisis alimentaria mundial. El impacto es claro si valoramos que para producir cinco litros de etanol se necesiten 230 kilos de maíz, una cantidad que alimentaría a un niño durante un año. 

A pesar de las inercias heredadas en la producción agroalimentaria, Venezuela ha optado por una estrategia de alimentar a la gente, mientras al inicio del gobierno Bolivariano en 1998, el promedio de kilogramos consumidos por cada persona en una año era de  396.39, el indicador fue ascendiendo de manera sostenida durante los últimos 10 años para ubicarse en el 2010, en 499,76 kg/persona/año. 

La producción del maíz se incrementa para garantizar nuestra arepa y la salud de nuestros hijos, no para incrementar las ganancias del capital transnacional que lo dedica cada día más a la producción de etanol, elevándose la producción de maíz blanco y amarillo de 983.121 toneladas en 1998, a 2.995.712 toneladas en el 2008. 

Pero lo anterior solo es posible en una sociedad que se construye con criterios socialistas, en el resto de América latina y el mundo, la rectoría del capital ha llevado a la consolidación de un nuevo patrón agroindustrial soportado en los agrocombustibles. 

El nuevo patrón capitalista de desarrollo del campo, trae aparejada la concentración de la tierra por parte de las trasnacionales, la expropiación del campesinado, su expulsión violenta o reorganización como proletariado agrícola dependiente de las grandes empresas de agrocombustibles, o se les articula en modelos de tercerización desde cooperativas “campesinas” con las cuales se subcontrata la explotación de extensas zonas sin incurrir en relaciones laborales. Asistimos a la radicalización y consolidación del capitalismo en el agro y a la descomposición del campesinado como clase y su configuración como proletarios. 

Otro impacto dramático de los biocombustibles es la  deforestación de selvas y bosques en todo el mundo. En Brasil particularmente, los bosques del Mato Grosso, han ido desapareciendo en los últimos años. La agricultura mecanizada para cultivos como la soya ha destruido los bosques, es posible ver la imagen de la deforestación y la depredación en http://www.cubadebate.cu/coletilla/2011/05/24/sos-en-mato-grosso/ 

Estos impactos han llevado a los ambientalistas y movimientos sociales a concluir que la supuesta receta que se nos quiso presentar con los agrocombustibles para frenar la emisión de gases efecto invernadero, no es más que una nueva estafa del desmedido interés capitalista.

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Jesse Chacón


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