¡Vacilar es perdernos!

La batalla es ideológica, es cultural, es de valores y principios

La derecha –endógena o de la otra, que al fin ambas van tras lo mismo- trabaja incansablemente por el desplazamiento hacia el centro del proceso revolucionario. Sabe bien que en la medida en que la conciencia popular sea colonizada por la “esperanza del progreso capitalista” en esa misma medida la conciencia proletaria se debilita colocándose al alcance -vulnerable y vulnerada- de los torneos electorales y de los candidatos-productos, adornados, envueltos y vendidos –del mismo modo que se hace con un jabón, un perfume o unos zapatos- hasta derrotar un proceso revolucionario que basa su fortaleza en la claridad de conciencia de la clase trabajadora.

La “historia de la humanidad es la historia de la lucha de clases”, en esta lucha entre explotadores y explotados, la conciencia del explotado, del oprimido y esclavizado, que no es más que el conocimiento de cual es el lugar que ocupa en una sociedad dividida en clases, es un valor imprescindible. Todo lo que signifique descafeinar o banalizar este concepto sólo contribuye a que esta historia de explotación y esclavización que ya dura milenios continúe hasta el triste fin de la humanidad.

Eso de que nos movemos por simpatías y no hay que saber nada de ideología o política es la trampa más burda y frívola que he visto jamás y en la cual no debe caer jamás un verdadero proceso revolucionario. Una revolución no es un concurso de belleza o un torneo de simpatías ¡carajo!, por esta revolución milenaria han dado la vida miles de millones de criaturas a lo largo de la historia. Descafeinar el sacrificio de Jesús en la cruz, de Bolívar en San Pedro Alejandrino, del balazo de Zamora en San Carlos, del Che en la Cañada o de Fabricio en el Palacio Blanco ahorcado con una cuerda de persiana con sugerencias “revolucionarias” tales como que no se requiere doctrina, ni saber, ni leer, además de equivocado, causa una triste y lamentable impresión. Deja a millones como pajarito en grama luego de tantas luchas y tanto trabajar para blindar la conciencia de clase del pueblo proletario.

Veamos: Sin teoría revolucionaria no hay Revolución ¿Cómo es eso entonces de que no es necesario tener conciencia, e incluso presentar casi como un estorbo la formación ideológica con el fin de “ganarse” un sector desclasado y manipulado de la población? Una Revolución es algo muy serio. La derecha no se equivoca ni se llama a engaño, si logra penetrarnos y derrotarnos, Pinochet y sus 30 mil muertos y desaparecidos será un juego de niños comparado con el escarmiento que harán en Venezuela. Entonces, de llegar a ocurrir, sería tarde e inútil el llanto y el chirriar de dientes y sólo nos quedaría mirar con rabia inservible tanta concesión a la trivialidad y la fruslería.

Una cosa es el movimiento táctico, que aceptamos y comprendemos de parte del Comandante y líder de la Revolución y otra darle pábulo y espacio a las miserias de la mal llamada clase media para confundir al verdadero sujeto de la Revolución. La batalla es cultural y tiene lugar en la mente de nuestro pueblo. Sabemos que se está haciendo mucho pero hay que hacer mucho más ¿cómo llegar a los barrios a trabajar en l siembra de conciencia de clase cuando se le dice por otro lado que eso no es necesario? Con eso quizás atraeríamos a un “clase media” y confundiremos a diez proletarios. Hay que tocar los centros medulares de la cultura capitalista. Hay que desmontar el aparato de desconstrucción cultural y sustituirlo por uno de reconstrucción de la identidad y dejar de hacer concesiones gafas como las señaladas en los párrafos anteriores. Tarea difícil pero no imposible. Decisión, voluntad y firmeza de por medio y podremos lograrlo. Nos va la patria justa, igualitaria y socialista en ello.

La llamada “clase media” no puede ser atraía y concienciada invocando a Francisco Fajardo sino a José Leonardo Chirinos. No existe, en términos absolutos una clase media. No hay –desde el comienzo de la explotación del hombre por el hombre- sino una clase explotadora, dueña de los medios de producción y ladrona de la riqueza producida por el trabajo del proletario y una clase explotada, oprimida y saqueada. Este sector –que no clase- intermedio, bajeado y manipulado tiene que ser concienciado, persuadido, convencido y convocado al rol que debe cumplir en esta lucha de clases en la cual ella es tan explotada como el obrero o el campesino. Ciertamente esta Revolución es también para ellos en tanto explotados y manipulados pero no para que se constituyan en un sector con miras superiores a “recibir según sus necesidades y aportar según sus posibilidades” Hay que persuadirla de que ha sido formada por el opresor para ser el sector “capataz” de su propia clase social. Caer en el error de convocar a la batalla electoral a este sector reforzando su enajenación es un arma mortal al servicio de la clase dominante. Se llama reformismo y sin esto –sin el reformismo- hace años, muchos años, que ya se habría derrotado al sistema explotador, genocida y ecocida. De hecho el sector medio de la población existe como tal precisamente porque es manipulado para creer que algún día podrá llegar a ser burgués estimulando entre sus miembros conductas contra sus hermanos proletarios aún más crueles y extremas que la de la clase propiamente burguesa. Deslizándose entre el burgués y el proletario el sector medio mira hacia arriba embobado hasta sentir admiración por sus explotadores y lo hace hacia abajo con horror y repugnancia por la clase humilde de la cual procede, de modo que cualquier progreso o conquista de la clase trabajadora es vista y sentida como una amenaza a su artificial status. Así, le duelen las misiones como Ribas, Sucre, Vivienda o cualquier otra porque –enajenada como está- las ven como “regalos” a una clase que no tiene ni los “sacrificios” ni los “méritos” que ella ha acumulado para gozar de sus inestables privilegios. Allí ha estado el engaño desde hace muchos años. No será profundizando o apañando tal engaño como logrará la clase proletaria comunicarle la conciencia de clase de la que ha sido despojada. Jamás podremos derrotar al capitalismo explotador y ladrón de la vida misma utilizando las “melladas armas del capitalismo” Intentarlo sería suicida. No es asunto de consignas sino de conciencia.

martinguedez@gmail.com


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Martín Guédez


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