Por favor, ¡Déjenlos quietos!

A veces uno no sabe, uno se desconcierta, uno se duele. Como si a los polluelos les dolieran los intentos del águila por volar sobre el cielo azul.

Unas veces es el “hiperliderazgo” otras el divismo, otras más tristes el “culto a la personalidad” Uno no sabe, es como si sintiera que las abejas atacan el panal ¡Inaudito! Desconcierta, abruma, como si las “lenguas de doble filo” le susurraran a uno de peligros. Pareciera que les doliera el amor eternal de Chávez y su pueblo.

¿Qué no basta un líder para llevar a cabo la Revolución que derrote miles de años de opresión? Eso lo sabemos todos, o deberíamos saberlo. Pero… ¿Qué es imposible hacer esa Revolución sin el guía, el líder, el azimut hacia el que mire confiado el pueblo? Eso es aún más de Perogrullo. Ahí esta la historia como profeta de que mira hacia atrás. Jesús, Espartaco, Bolívar, Lenin, Che… ahí están, como faros que al apagarse sumieron en la oscuridad todos los dueños.

Hoy, cuando más necesitamos del líder que encarna, que guía, que conduce y da sentido cotidiano a las cosas sólo reservadas para los dioses o semidioses, nos empeñamos –desde nuestros propios medios y lados de la trinchera- en rebajar el sentido alado y supremo del amor del líder con su pueblo.

Cuando el pueblo humilde en su inmensa mayoría vive el romance milenario de sus dolores con su redentor, salimos (salen) animados por no se qué celo imbécil, a perturbar el momento romántico ente Chávez y su pueblo. A cortarle la nota, a joderle su sueño. La supuesta “teoría” aplastando el sentimiento.

La derecha da zarpazos, es su misión y su oficio, pero estos picotazos de abeja irredenta desde nuestro lado de la barricada dan arrechera. ¡Por favor! Al amor de Chávez y su pueblo… ¡Déjenlo quieto!, bastante hace el que no estorba.

¡Con Chávez más resteaos que nunca!

martinguedez@gmail.com


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Martín Guédez


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