Fue así que para sumergir
a Venezuela en los infelices mares del Neoriberalismo que ahogaba a
los pueblos del mundo luego del derrumbe del socialismo europeo a finales
del siglo pasado, el gobierno del opusdiano Rafael Caldera implementó
el mayor paquetazo antiobrero de nuestra historia republicana.
Cabalgando en la popularidad
obtenida por su discurso en el Congreso, donde justificaba el alzamiento
de los militares bolivarianos de 1992, el habilidoso dirigente de la
ultraderechista democracia cristiana, resultaría triunfador en esa
elección presidencial protagonizada por una alianza de partidos minoritarios
que el brindaron respaldo.
Nuestro pueblo nunca
olvidará el agravio y el bochorno producido por el apoyo que el
Movimiento al socialismo (MAS) y el Partido Comunista de Venezuela (PCV)
le otorgaron al histórico jefe del anticomunismo democristiano. Con
los vergonzosos pretextos de derrotar a AD y Copei (quebrar el bipartidismo)
varios partidos considerados "revolucionarios", suscribieron
el lamentable "Pacto con Caldera" y aceptando la humillante
denominación de "chiripero" fueron las chiripas que le sumaron
votos al co-fundador del Puntofijismo y lo convirtieron en Presidente
de Venezuela por segunda vez.
Fuimos los militantes
de base, comunistas, socialistas, marxistas, revolucionarios y progresistas,
los principales traicionados por aquellas decadentes cúpulas partidistas
quienes en desacato a la voluntad mayoritaria, pactaron con la oligarquía
calderista para legitimarla, oxigenarla y permitirle un escenario de
reacomodo que frenara los vientos de cambio que insurgieron en nuestro
país a partir de las masacradas revueltas de 1989 y las rebeliones
militares de 1992.
El "Calderazo"
no se hizo esperar, ex guerrilleros y ex comunistas fueron artífices
del neoliberalismo en materia laboral, destruyendo las garantías de
antigüedad, prestaciones sociales y digna jubilación que estaban contempladas
en la vieja Ley Orgánica del Trabajo. Las consecuencias de ese crímen
son hasta hoy espeluznantes, se desconoce el tiempo de antigüedad en
la jubilación pues se elabora un cálculo basado en el último salario
percibido y se paga en cada año, por lo cual no se generan intereses
favorables al trabajador.
Esa ignominiosa desmejora
contra el proletariado venezolano, ayer y hoy ha sido justificada por
sectores reformistas que se han rendido ante el reino del capital, su
lógica y sus peores falacias. La infamia capitalista conocida como
la "estructura de costos" es la pantomina según la cual se
pretende hacer valer como verdad científica que las empresas se ven
obligadas por "sus costos", a reducir los derechos salariales
y de seguridad social de los trabajadores. Extrañamente no se explica
por qué los excedentes de riqueza que quedan en manos de los burgueses
(cuyo monto es infinitamente superior a lo invertido en los trabajadores)
no genera quiebra de empresas y ni vulnera la fulana estructura de costos.
En el presente, los herederos
venezolanos de la contrarrevolucionaria Perestroika que desmateló a
la URSS, intentan aprovechar situaciones polémicas o cualquier suceso
para menoscabar el prestigio y la credibilidad del líder de nuestra
Revolución Bolivariana, nacionalista, soberana y popular. Estos revisionistas
que no reconocen el liderazgo revolucionario principal de Venezuela,
en la antesala de cada evento electoral han jugado al paralelismo, el
fraccionalismo y la traición contra la unidad bolivariana socialista
al inscribir candidaturas propias que solo contribuyen a fortalecer
a los patrocinados de la burguesía y sus lacayos.
Quienes hoy le exigen
a Chávez demostraciones de "pureza revolucionaria" sin consideración
a sus complejas responsabilidades como Jefe de Estado que se encuentra
bajo el asedio del Imperialismo Yanqui, son la misma gente que nada
le exigió a Caldera cuando bochornosamente le entregaron su apoyo genuflexo
y su tarjeta electoral.
En honor a nuestra formación
marxista, es primordial advertir que hubo unos pocos dirigentes de aquel
tiempo asumieron la alianza con Caldera con una visión táctica para
abrirle paso a Hugo Chávez en el escenario político, pero sin embargo
lo que prevaleció en 1993 fue el oportunismo de una izquierda domesticada
y reformista que vió en el simpático veterano su posibilidad de acceso
a prebendas y cuotas de poder en un conservador gobierno de coalición.
Escenario que infelizmente para estos díscipulos criollos de
Gorbachov tampoco pudo concretarse, pues poco después de utilizarlos
para su victoria electoral, el nuevo presidente los echó de Miraflores.
En el presente para entender
la historia política reciente de Venezuela no se puede hablar del pacto
izquierdista con Caldera sin asociarlo a la degradación del socialismo
que la Perestroika rusa le inyectó a los Partidos Comunistas de América
Latina y el mundo.
No se puede hablar de
"Convergencia" sin vincularlo a la corruptibilidad de los
supuestos radicales de izquierda que le dieron la espalda a la lucha
armada venezolana durante las décadas del 60, 70 y 80 del siglo pasado.
Ni se puede hablar del "Chiripero" como el fenoméno mediante
el cual Rafael Caldera logró con dinero lo que Rómulo Betancourt,
Leoni y otros no pudieron hacer con las balas: Prostituir a una fracción
de la izquierda venezolana.
(*)Abogado. Constitucionalista y
penalista. Profesor universitario.