Conozcan a este prototipo de los farsantes de la IV república

Burelli Rivas, Miguel Ángel, nació en La Puerta, Estado Trujillo. Llegó sólo al grado de bachiller, y por recomendación del Cardenal José Humberto Quintero ante el decano de la Facultad de Ciencias Jurídicas de la ULA, Luis Negrón Dubuc, se le otorgó el título de abogado, por lo que claro, acabó por graduarse con papeles falsos.

Es decir, que no estudió leyes en la Universidad de Los Andes, como se ha dicho: un caso parecido al de Nixon Moreno.

Cuando Burelli Rivas se enteró en 1953, que el doctor Joaquín Mármol Luzardo había sido nombrado rector de la Universidad de Los Andes, por Pérez Jiménez, se fue a la alcabala de La Puerta a esperarlo para pedirle un cargo. Don Joaquín lo nombró adjunto a la Dirección de Cultura de la Universidad, entonces presidida por Luis Spenitti Dini. Cuando Luis Spenitti Dini pasó a ser decano, Burelli Rivas quedó encargado de la Dirección de Cultura.

Burelli Rivas casó con una sobrina de Alberto Adriani. Poco después de la boda, una persona se acerca a la esposa de Burelli y le entrega un sobre. La pareja luego del agasajo toma el camino del páramo y en extrañísimas circunstancias el carro se va por un barranco, pero “Burelli consigue saltar de él milagrosamente”.

¿Qué fue lo que se le reveló a la esposa en ese sobre?

Luego Burelli en segundas nupcias casa con una hija de Mario Briceño Iragorry.

Burelli Rivas, en estos sucios trajines de la política, trabajó bajo las órdenes de Pedro Estrada en la embajada de Washington, y su función era espiar el movimiento de los exiliados.

Por extraños contactos y su ambigüedad política, temblando por supuestas debilidades cometidas por él, comenzó a temer ser detenido por la Seguridad Nacional: es así como decide irse del país, y el Cardenal Quintero le da cien fuertes para que coja hacia Colombia. Pasa un tiempo en Bogotá y de aquí se traslada a Madrid donde vive a costa de su suegro, Mario Briceño Iragorry y de una “ayuda” mensual de 400 dólares que le enviaba el rector Joaquín Mármol Luzardo.

Burelli Rivas vuelve a Venezuela cuando ya todo ha cambiado en el máximo poder y el doctor Mármol Luzardo se convierte en el médico de su familia, de manera gratuita. A Burelli lo opera en dos ocasiones, opera también a la mujer de Burelli, a su chofer, y le atiende cuanta consulta médica requiera durante varios años gratuitamente.

En 1963, en plena campaña electoral para la presidencia de la república. Se presenta Burelli a visitar al Cardenal Quintero, y éste está conversando con el padre Ecio Rojo Paredes y el doctor (y ex sacerdote) Luis Negrón Dubuc. Burelli encuentra a estas personalidades escuchando un programa de radio en el que Raúl Leoni se dirige al país. Exclama Miguel Ángel: “¿Hasta cuándo vamos a tener que soportar a este imbécil que pretende ser Presidente de la República?”. Le responde el Cardenal. “Miguel, ten caridad cristiana, ten en cuenta que es un hombre escaso de recursos, pero muy bueno”. A los pocos días triunfa Leoni, y nos encontramos a Burelli encargado del Ministerio de Justicia.

Refiere Sanín en su libro[1]: “El 18 de septiembre de 1975 llegó de Washington el Embajador Burelli Rivas como emisario de Ford y de Kissinger con una carta fatídica. El señor Pérez llamó en consulta al ex Presidente Betancourt, al Canciller Escovar Salom, al ministro Valentín Hernández y al Secretario Piñerúa Ordaz; y les planteó en Miraflores la necesidad de “salvar la nacionalización petrolera y los envíos de petróleo a los EE UU”, con una posición conservadora, tímida y claudicante en la conferencia de la OPEP, en cuyo seno Venezuela pasó a ser el very good fellow del gobierno norteamericano, con menoscabo de un liderazgo que habíamos tenido desde los tiempos de Pérez Alfonso”.

Burelli Rivas fue canciller de Caldera (segundo mandato). Al producirse la masacre de Cararabo, de inmediato el personaje en cuestión sale a dar declaraciones para disculpar al gobierno Colombiano.

Cuando ocurre el espantoso asedio policial al Centro Clínico del Urológico de San Román para abatir a unos secuestradores, al doctor Joaquín Mármol Luzardo –quien tenía allí su consultorio y era accionista principal-, le matan a una médica, y a su carro, una camioneta Toyota, muy costosa, lo destrozan a balazos. Tres muertos hubo dentro de la camioneta del doctor Mármol. En las gestiones que trata de hacer el doctor Mármol Luzardo ante el gobierno para que le reconozcan parte de los daños ocasionados, Burellis Rivas, canciller de la República, se presenta en el consultorio donde el famoso ex rector estaba abatido. Burellis trata de calmarlo y de consolarlo y le dice: “Mármol, eso pasa en todas partes”. El doctor Mármol se estremece: “¿Cómo que en todas partes? Hágame el favor y se sale inmediatamente de mi oficina, que no lo quiero volver a ver jamás”.

Burelli Rivas, Miguel Ángel: Tuvo siempre un sueño: pertenecer a la Academia de la Historia de Colombia.


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José Sant Roz

Director de Ensartaos.com.ve. Profesor de matemáticas en la Universidad de Los Andes (ULA). autor de más de veinte libros sobre política e historia.

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