Elecciones parlamentarias en Venezuela

Cuando la "Revolución" es la partera de los verdugos de los explotados

Teodoro Petkoff, como vocero intelectual del escualidismo venezolano, en su pasquín del lunes 27 de septiembre de 2010, coloca estas líneas que dan a entender el sentido por venir del accionar de la derecha, pero lo interesante es que desnudan el absurdo que es que una “revolución” que se pretende social sea la que se lo concede:

“Sin duda la primera tarea de ese país emergente es romper la polarización absurda de los ciudadanos, el imperio del odio, el discurso delirante, falaz y propiciador de la violencia, la corrupción sin límite y la segregación. Eso significa tenderle la mano a tantos venezolanos estafados, una vez más, por promesas demagógicas y hacer nuestras sus seculares esperanzas legítimas y sus derechos a la igualdad y el destino compartido.

La unidad triunfante no puede sino extenderse a todos, abrir las puertas de los campos, trastocar la rapacidad por la fraternidad. Si algo podemos celebrar de esta jornada histórica es que hemos recuperado el sentido de nación, que no significa una ciudadanía etérea y falaz, sino una manera de tramitar sus contradicciones reales en paz, en el ágora dialogante, en el respeto al individuo, su libertad y pluralidad.”


Sucede que lo que estamos acostumbrados a escuchar, y a hacer de ello un lugar común, es que estamos en una "revolución". Una palabra que debe entrecomillarse porque los resultados de las elecciones del domingo colocan al país partido por la mitad dando la extraña idea que sólo una buena parte está con ella y la otra gran parte no. Los resultados obtenidos por la derecha indicarían, bajo este esquema maniqueo de "revolución" para la mitad de los venezolanos, que han sido precisamente los revolucionarios quienes han fomentado su división cuando en realidad una gran mayoría de todos aquellos venían siendo considerados el perraje de la sociedad desde los tiempos finales de la cuarta república.

Hoy, con su cara bien lavada por los resultados electorales, la derecha pretende canalizar la mitad de los venezolanos que lo acompañaron con el voto con el exabrupto de decir que ha sido la "revolución" quienes los ha divido en dos toletes cuando claramente a conciencia quien los segregó en mucho más de la mitad fue precisamente el otorgamiento a una minoría muy bien escogida de explotadores desde los tiempos de la cuarta república y más allá el "derecho" que les otorga las relaciones de producción que impone el capitalismo.

Pero mientras de estos lados del proceso se hace mención a cada rato a la tan mentada "revolución" (una manifestación concreta que aún no se observa del accionar de las grandes mayorías explotadas y oprimidas frente a las minorías que les hacen frente), nos damos cuenta que esa palabra tan rimbombante lo que ha hecho es garantizarle un espacio a los contrarrevolucionarios. Ya ese espacio en función de votos totales lista por los resultados de ayer superan en 4 puntos los votos lista de quienes defienden la ... "revolución". Pareciera entonces que el fetiche en la "revolución" que se mantiene desde el proceso produce, al contrario, resultados distintos a lo que proclama. Y es que no deja de ser asombroso ver cómo una "revolución" que más bien debiera sepultar a los contrarrevolucionarios negándoles ningún diputado por el contrario les da un aliento que hace ver de nuevo en la AN a "muertos" políticos de la cuarta y a sus partidos políticos ya varias veces derrotados durante buena parte de la quinta república.

Ahora, lo más triste a mi entender, es que tanto los que votaron por la "revolución" como los que no lo hicieron, ambos viven en carne propia lo que critican con denuedo los que la enarbolan como bandera las luchas sociales. Corrupción, alto costo de la vida, despidos, inseguridad, salarios y contratos colectivos congelados, especulación, fallas en los servicios públicos o la imposibilidad de conseguir una vivienda, afectan tanto a unos como a otros de manera cruda, mientras, el fundamento en la cual recaen tales males, el Estado de los capitalistas y sus relaciones de producción, se mantiene incólume y adicionalmente se le alienta su supervivencia en plena crisis mundial del capital que hace estragos al interior de la economía venezolana. La contradicción es tan obvia que el gobierno que se asume el hacedor de la “revolución” tiene que continuar endeudando al país en el extranjero a tasas usurarias que desangran nuestros recursos, y enajenar los mismos en buena parte a ese capital mundial en bancarrota con empresas de trasnacionales imperiales y de países "amigos" porque la "revolución" ha sido incapaz de colocar en el banquillo de los acusados, y expedirles condena, a esa minoría de parásitos que sobrevive con los que les extrae de plusvalía a los explotados de la fuerza de trabajo.

El gobierno bolivariano aprovechó con dispendioso derroche la bonanza de la economía mundial manifestada globalmente desde el 2002 hasta buena parte del 2008. La derecha hasta le cedió a sus “revolucionarios” en el 2005 la totalidad de los diputados para que hicieran la "revolución" en el marco "democrático burgués" del Estado de los capitalistas. Todas las posibilidades para que la izquierda nacionalista creyente en las posibilidades de reforma del Estado de los capitalistas y su burguesía estuvieron servidas para acometerlo. La hegemonía casi total en todos los espacios de poder de la administración del Estado de igual modo estuvo disponible para intentar hacer el mejor de los reformismos socialistas. La realidad hoy es otra aunque no porque la falacia nacionalista tuviese sentido. Ante los anuncios de la bancarrota mundial del capital anunciada con bombos y platillos desde mediados del 2007 en los propios centros financieros imperiales, haciendo indudablemente un lastre a una economía rentista basada en los dólares del petróleo vendido y de la compra desaforada con tales divisas del 80% de lo que se consumía a su interior, el reformismo nacionalista de izquierda hizo mutis y se anunció como blindado a cualquier quiebre o bancarrota del capital en el planeta. Mientras lo declaraba, de igual modo alentaba a los capitalistas a sobrevivir tanto que la banca privada, nacional e internacional, no dejó de recibir alguna de las cuotas por cobrarle a la administración del Estado, y sus capitalistas a manos llenas (20.000 millones de dólares por año en promedio en un esquema de control cambiario rígido) colocaban en otros países los dólares, "legalmente", con la venía de las instituciones gubernamentales.

Pero esa bonanza ya no existe tanto que sin los créditos chinos o los internacionales de venta de deuda soberana (o como los últimos 3.000 millones que colocó PDVSA con garantía de sus activos) el gasto público no se da abasto para sostener la voracidad de un Estado deformado doblemente por el paralelismo de sus instituciones burocráticas tradicionales y las nuevas de las misiones sociales, mientras la porción mayoritaria de la renta petrolera la siguen usufructuando los capitalistas viejos y nuevos (esa mal llamada boliburguesía nacida al calor de los funcionarios de alto nivel del gobierno bolivariano) y su burguesía. Sin bonanza financiera y económica, una ley de hierro, la izquierda nacionalista y reformista, bajo un marco de aceptación burgués, tiende a su desaparición como ya la historia latinoamericana da constancia en sus últimos 60 años. Cada uno de ellos usó el “socialismo” a su manera para terminar postrado frente al capitalismo nacional e imperial, y con lo que fue peor, postrando adicionalmente a sus pies al sujeto histórico fundamental para hacer el verdadero cambio social, la clase trabajadora.

Al intelectual escuálido que hoy hace loas por una unidad social por venir basado en la hegemonía de la burguesía y sus relaciones de producción sustentadas en la explotación del hombre por el hombre, se le olvida que las fuerzas centrífugas que genera la lucha de clases como consecuencia de la bancarrota planetaria del capital, harán que los trabajadores alcen sus voces para reclamar por sus salarios y reivindicaciones puestos en entredicho aún estando presos en la camisa de fuerza que les impone la cooptación por parte del chavismo y sus reiterativo “socialismo del siglo XXI”. Quizás, llegado ese momento, se dé perfecta cuenta el de marras lo que significa para el capitalismo y la burguesía mantenerlo y hasta defenderlo, o como también nos los ha dicho ya la historia reciente latinoamericana, hacer loas por otro caudillo más complaciente para con las clases dominantes y absolutamente reaccionario y represivo con las clases trabajadoras cuando éstas reclamen.

Los resultados del domingo han dado la campanada de alerta que indica la presencia de tendencias históricas ya aprendidas en otros países del continente y de las que aún la clase trabajadora venezolana debe sacar provecho de su experiencia. Está en las manos de los revolucionarios, junto a la clase trabajadora y al pueblo proletario de los que nada tienen, hacer la revolución social que ellos esperan hacer por ellos, para ellos y con ellos en vez de seguir aceptando que la contrarrevolución cubra sus espacios porque quienes creen deben hacerla no lo hacen en realidad. Seguir creyendo en las ilusiones del reformismo del nacionalismo burgués izquierdizante sería ver el profundo retroceso que causaría en el seno de las masas que una "revolución" pueda ser derrotada electoralmente.

roberyep@gmail.com


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Roberto Yépez


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