¡Diablos, Chávez!...

Chávez me incómoda.

Chávez me desestabiliza.

Chávez me revienta.

Desde siempre, yo, Iglesia Católica, he cuidado a los necesitados.

Con esfuerzo y dinero bien administrado, he sostenido numerosos proyectos para darles comida y enseñanza. Y aquí que viene ese diablo, y empieza a retirarme mis canchas y mis méritos. Misión esto, misión aquello, misión no sé qué.

Hasta ese nombre de “misión”, que yo creía tan buenamente cristiano, me lo está robando.

¿Cómo voy a quedar, pues?
¿Cómo no voy a estar en contra de ese hombre?..

Toda la vida he tenido “misiones”, sin necesidad de ufanarme demasiado. En nombre del Evangelio, he procurado imitar al “Buen Samaritano” :
socorrer a quien estuviera en la desdicha. No siempre de manera desinteresada, lo reconozco.

Aveces, no sólo fue pura caridad, sino también deseo de sentirme, yo, Iglesia, con una “razón de ser”. Ocuparme de los más necesitados me ha exigido bastante, pero me ha dado el lujo de sentirme virtuoso frente a la sociedad. A veces me he regocijado íntimamente con el delicado sentimiento de que soy fiel a Dios, e imprescindible para la paz social; de que estoy uniendo a pobres y ricos en la misma felicidad y aparente armonía. No sé si será pecado.

En todo caso, ¿por qué cambiar si, en parte gracias a mí, las cosas andaban tan bien?..

Digo yo.

Hoy, mis feligreses de barrios populares, cristianos que van a misa, igual siguen a Chávez. Ellos participan como responsables de proyectos oficialistas, para la sopa popular, para dirigir esas benditas misiones o comités de salud.

Ellos se van entusiasmando por lo que “él” propone. Entonces, ¿qué pinto yo, Iglesia, ahora?
Si ya no tengo el monopolio de la caridad y el evangelio, ¿pa’ qué sirvo?
Por eso se lo digo: Chávez me saca la piedra. Él me roba la exclusiva, allí donde se mete.

Pero, bueno. Me obliga a pensarlo.

¿Será que me “aburguesé” demasiado?.. Entonces, te voy a dar las gracias, Chávez. Porque me estás puyando.

Porque me obligas a desinstalarme, a caminar. Porque me quitas mis seguridades fáciles y mis comodidades espirituales.

Porque yo, Iglesia Católica, vuelvo a tomar el bastón de peregrino.

¡Diablo, Chávez! Me mueves el piso.

*Sacerdote de Petare



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*Bruno Renaud


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