Genocidio, limpieza étnica, crímenes de lesa humanidad. ¿acaso importan las vidas de los palestinos?

Aunque las grandes cadenas informativas del mundo continúen censurando y distorsionando la historia de tropelías sufridas por los palestinos a manos del sionismo, no se podrá negar, de una manera contundente, que en los territorios de Gaza, Cisjordania y Jerusalén Oriental, se cumple un proceso metódico de limpieza étnica (lo que equivale a un genocidio, valga aclararlo), desalojo territorial, segregación o apartheid, encarcelamiento de niños (sin que la Organización de las Naciones Unidas ni la UNICEF muestren preocupación alguna), y deshumanización (semejante a lo hecho por los nazis en Europa contra quienes consideraban racialmente inferiores, nada ajeno, por cierto, al comportamiento estadounidense); todo lo cual apunta a la desaparición física y cultural definitiva de Palestina. No obstante, hay quienes creen que pocas personas en su sano juicio estarán regocijándose con la matanza sistemática de seres humanos en lo que queda de Palestina, dando alabanza a un dios que creíamos que era el epítome del amor, de la justicia y de la paz, pero que, hasta ahora, ha preferido, al parecer, bendecir la hecatombe que allí tiene lugar. Esto, sin mucho espacio para la duda, producto de la efectividad de la desinformación a escala industrial que han llevado a cabo los representantes del sionismo, aprovechándose del fanatismo y de la ignorancia de muchos fieles "cristianos" que creen cercano el cumplimiento de las profecías bíblicas, por lo que censurar, así sea medianamente, las atrocidades sufridas por el pueblo palestino es una herejía, es declararse antisemita y es condenarse al tormento inimaginable de un fuego eterno. De este modo, el genocidio, la limpieza étnica, los crímenes de lesa humanidad, o como quiera calificarse, que presencia el mundo a través de todos los canales de información, poco parece importarle a los diversos gobiernos del mundo, en especial, a la Organización de las Naciones Unidas, pronta en secundar todos los planes imperialistas de Estados Unidos y de la Organización del Tratado del Atlántico Norte, pero lerda e inoperante a la hora de ordenar un alto al fuego en cualquier país periférico o de imponer sanciones a aquellos regímenes que cometan violaciones de los derechos humanos. Con Palestina, los habitantes de Yemen y de Haití (sin dejar de mencionar Irak, Afganistán o Siria, víctimas de la avidez europeo-estadounidense por controlar sus recursos estratégicos) comparten una desgracia similar, sin que haya un verdadero interés por implantar la paz, la libertad y la democracia -como se pregona- en dichos territorios. Con esto de fondo, coincidimos con el analista Tariq Kenney-Shawa al expresar que "durante las campañas de genocidio y limpieza étnica, la desinformación es un arma poderosa, una herramienta para deshumanizar a las víctimas, justificar la violencia masiva y, lo que es más importante, sembrar semillas de duda diseñadas para amordazar los llamamientos a la intervención. Cuando la información se convierte en un arma, la confusión y la duda ya no emergen de la «niebla de la guerra» como un síntoma, sino que se cultivan a propósito con la intención explícita de crearla".

Como destaca el diario Últimas Noticias, en su edición del 3 de abril de 2024, "el Banco Mundial publicó ayer un informe especial que, entre otras cosas dice que más de la mitad de la población de Gaza está en riesgo de morir de inanición. No son solo las bombas, los están matando de hambre". Previamente, el gobierno de Sudáfrica tuvo la iniciativa de llevar este caso a la Corte Penal Internacional, a fin de lograr su sanción respectiva e impedir su continuidad. A esta acción solidaria se sumaron las declaraciones de los presidentes de Brasil, Luiz Inácio "Lula" Da Silva, y de Venezuela, Nicolás Maduro, condenando el ataque militar desproporcionado por parte de Israel, y la ruptura de relaciones diplomáticas ordenada por el presidente de Colombia, Gustavo Petro. Todo esto fue calificado por el régimen sionista de antisemita, a pesar de no contener nada que se le parezca. Igual condenatoria han recibido los estudiantes universitarios estadounidenses que protestan contra lo que ocurre en aquellas latitudes, repitiendo en cierta manera lo hecho por sus pares durante la agresión imperialista yanqui contra el pueblo vietnamita. Porque hay que resaltar la estrategia seguida desde sus inicios por el sionismo, aprovechándose de la credulidad y el fanatismo de quienes se proclaman cristianos, para etiquetar e intimidar a todo aquel que se atreve a cuestionar sus métodos, equiparándolo a un nazi-fascista de hace casi cien años atrás, en lo podría catalogarse como acoso moral; aún cuando tales métodos exceden los ejecutados por las huestes de Hitler y Mussolini en conjunto.

Precisamente, atendiendo a lo que algunos citan estúpidamente como antisemita o antisemitismo, en su "Glosario antisemita", Emilio Silva aclara que los "sionistas serían antisemitas por odiar a los palestinos, los libaneses, los sirios y cualesquiera otros miembros de lo que aquellos racistas denominan despectivamente como la raza árabe, la cual no existe, pues el idioma y la cultura de origen árabe no condicionan biológicamente los rasgos físicos de quien lo exprese y la practique, respectivamente. En tal caso, los sionistas serían ridículamente antiárabes". Esta prejuiciosa concepción ha logrado que las acusaciones de genocidio, limpieza étnica o crímenes de lesa humanidad sean desechadas en favor de una supuesta autodefensa de parte de los israelíes, por lo que cabría preguntar, una vez más, como otros en el pasado y ahora en el presente: ¿Acaso le importa al mundo la vida de los palestinos?

En un artículo, "Israel y Estados Unidos: hacia la demolición del derecho internacional en materia de derechos humanos", Pedro López López, destaca: "A pesar de que Israel, con ayuda de los medios afines, se empeña en proclamar que está en guerra con Palestina para intentar que se vean como legítimos los métodos que está empleando, lo cierto es que la sarta de crímenes que está cometiendo están contemplados en el derecho penal internacional, cuyo epítome lo encontramos en el Estatuto de Roma, que regula el funcionamiento de la Corte Penal Internacional, a pesar de que dicho funcionamiento sea más bien escaso. Este estatuto se ocupa de los llamados crímenes internacionales: genocidio, crímenes de lesa humanidad, crímenes de guerra y crimen de agresión. Si no queremos entrar en el rótulo de los crímenes de guerra, habrá que entrar en los de crímenes de genocidio y lesa humanidad, apartado este último que incluye el apartheid, que no solo se practicó en Sudáfrica. Todos estos crímenes, se vaya por la vía que se vaya, son gravísimos, y, por esta especial gravedad, imprescriptibles e inamnistiables. Y son competencia de la Corte Penal Internacional cuando el Estado en cuestión no quiere ocuparse de ellos". Sin embargo, tanto Israel como su protector Estados Unidos se niegan a aceptar la legitimidad de esta entidad judicial multilateral, al no haberse adherido a la misma, por lo que sus agresiones bélicas a cualquier país del mundo estarán fuera de su control y sanciones; a tal grado que el gobierno gringo, recordando, quizás su pasado durante el despojo territorial a los nativos norteamericanos, emitió una amenaza pública contra el Fiscal General de la Corte Penal Internacional y su familia, sin mayor escándalo de la opinión pública mundial. Con ello se evidencia, una vez más, que a Washington, sus socios de la Organización del Tratado del Atlántico Norte y Tel Aviv no les importa mucho el aún denominado derecho internacional; sólo cuando resulta beneficioso para sus intereses hegemónicos; lo que pone de relieve -una vez más- su ideología colonialista, nacionalista y supremacista.



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Homar Garcés


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